Los errores de Marx rápidamente cruzaron la frontera a través de la política de expansión llevada a cabo por la Unión Soviética.
Hace más de cien años, un 13 de mayo, nuestra Señora de Fátima se apareció por primera vez a los tres pastorcitos: Lucía, Francisco y Jacinta en el poblado de Cova da Iria, Portugal. En la tercera aparición, el 13 de julio, la Virgen les advirtió a aquellos humildes e iletrados niños del peligro de que los “errores de Rusia” se extendiesen por todo el mundo si Rusia no era consagrada, de acuerdo con sus requerimientos, a Su Inmaculado Corazón y el mundo no se arrepentía de sus pecados. Unos meses más tarde, el 13 de octubre de 1917, la Virgen, tal como lo había anunciado, daba prueba de la veracidad, tanto de las apariciones como de sus palabras, con el milagro del sol danzante. Este, es el milagro moderno mejor documentado, ya que fue atestiguado por más de 50,000 personas, entre los que se contaban muchos ateos, masones, científicos y reporteros, varios de los cuales, a pesar de su escepticismo, dieron fe del inexplicable prodigio que observaron.
Unas semanas más tarde, el 25 de octubre de acuerdo con el calendario juliano vigente entonces en Rusia (el 7 de noviembre de acuerdo con el calendario gregoriano) comenzaba la segunda fase de la revolución que estremecería al mundo transformando para siempre su faz. El líder del partido bolchevique, Vladimir Ilich Ulianov Lenin, dirigía el alzamiento en Petrogrado (entonces capital de Rusia) contra el gobierno provisional de Alexander Feodoróvich Kerenski, formado a partir de la revolución de febrero y la consecuente abdicación del Zar Nicolás II.
Bajo la consigna de: “Paz, pan y tierra”; unos cuantos intelectuales lograron movilizar a una multitud de obreros, campesinos y soldados que, a través de los llamados soviets, se unieron en una utopía que, rápidamente transformaría las halagüeñas promesas en miseria, el trigo en hambre, y la anhelada paz en constantes y sangrientos enfrentamientos.
La revolución rusa, sin lugar a duda el acontecimiento más relevante del siglo XX, estuvo tanto misteriosa como cuidadosamente planeada por una minoría, no siempre visible; que puso en práctica, las peligrosas y perversas ideas de Marx y Engels en el que fuera el Imperio Ruso. En 1922, con la creación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) se dejaba en manos del estado, la planificación y el control total de la economía y aún de la propiedad, que pasaba de ser privada a ser comunal. Comenzaba la llamada “dictadura del proletariado” y los errores de Marx empezaban a expandirse, rápidamente, en la Rusia ortodoxa.
El comunismo se propagó rápidamente por la extensa tierra de los zares a través de brutales intervenciones militares, ejecuciones, campos de concentración, así como de un férreo control gubernamental, el cual a través de la policía secreta o checas mantenía bajo control a la población a golpe de una estrecha vigilancia, espionajes, torturas y terror, ya que bastaba la menor sospecha o la más leve acusación de “deslealtad al sistema”, para poner la vida de una persona y hasta la de su familia en peligro. Con esto el régimen no sólo logró la sumisión, a base del temor, de la mayoría de la población; sino que quebrantó por completo la confianza social, al grado de que se llegaba a recelar de los miembros de la propia familia.
Los errores de Marx rápidamente cruzaron la frontera a través de la política de expansión llevada a cabo por la Unión Soviética. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, la victoria de los Aliados, entre los que se encontraba la URSS, permitió a Stalin afianzar y acrecentar su dominio en el llamado Bloque del Este. Además, poderosos países en Asia, como China y Corea del Norte y otros países en África y en Centro América se incorporaron, desde mediados de los años veinte, al llamado bloque comunista.
Sin embargo, en 1989 caía el muro de Berlín anunciando el rápido derrumbe de los tiránicos regímenes comunistas los cuales dejaron, tras su violento paso, un saldo de más de 100 millones de muertos. Las ideas tienen consecuencias y las ideas erróneas tienen consecuencias fatales.
Poco después, Alemania era reunificada y la Guerra Fría finalizaba. En 1991, la URSS dejaba de existir. A finales de 1993 el Tratado de la Unión Europea entraba en vigor.
En el siglo XX no hay crímenes comparables con los del comunismo. Por ello, su caída trajo la esperanza a un mundo hastiado y necesitado de certezas. El optimismo embargaba los aires y muchos fueron seducidos por los cantos de sirena que pregonaban que la humanidad, por fin, conseguiría esa paz y concordia tan anhelada. Pocos fueron quienes intuyeron que, el enemigo ya estaba dentro de casa y que ese mundo quimérico, estaba muy lejos de ser un edén. Los errores de Rusia, de los cuales la Virgen de Fátima advirtió, ya habían sido sembrados en numerosas almas, no sólo en el llamado Bloque del Este, sino también, en los países libres de occidente a través de una cultura que, a pesar de su decadencia, era acogida y propagada gracias a diferentes medios.
Para explicar esto, es necesario regresar a 1923, fecha en la cual se funda en Frankfurt, Alemania; el Instituto de Investigación Social por un grupo de intelectuales marxistas que, mezclando en un tóxico cóctel, las teorías de Hegel, Marx, Weber y Freud e influidos por la teoría de la hegemonía cultural de Gramsci, que establece que la sociedad refleja las creencias e intereses de la clase dominante; hicieron un replanteamiento del marxismo clásico promoviendo la revolución cultural como medio para alcanzar “la emancipación social.”
Dicho Instituto fue cerrado por los nazis en 1933. Paradójicamente, el país capitalista “par excellence” acogió entonces, en la Universidad de Columbia, Nueva York, a los principales representantes de la corriente de pensamiento conocida como Escuela de Frankfurt. Y es que, como señala Fulton Sheen: “existe una relación más estrecha entre el comunismo y el capitalismo monopolista de lo que la mayoría de las mentes sospechan”.
El consumismo, el individualismo y el hedonismo, que empezaban a ser característicos en la sociedad capitalista norteamericana, habían creado una excelente tierra para sembrar los errores más perversos de Marx. Estos, serían transmitidos en occidente a través de una revolución cultural dirigida por las “elites intelectuales” desde las cátedras de las universidades más prestigiosas, así como desde los medios de información, de manera muy especial los de entretenimiento, que gozaban ya de gran popularidad.
Los errores del marxismo contienen los errores de tres terribles revoluciones. Pío XII, lo resume así: “La Revolución Protestante fue contra la Iglesia: Cristo sí, Iglesia no; la Revolución Francesa, de la mano de la masonería fue contra Cristo: Dios sí, Cristo no; finalmente, con la Revolución Comunista, llegó el grito impío: Dios ha muerto o, mejor dicho, Dios jamás ha existido”.
La revolución bolchevique permitió la creación de un exitoso cuerpo político que incorporó todos estos errores y los expandió por el oriente. Occidente, por su parte, no sólo abrió ampliamente la puerta a dichos yerros, sino que, además, debido al relativismo y materialismo imperante; le ofreció una tierra fértil para que estos crecieran y se propagaran con gran fuerza y perversidad. Como bien escribió Alejandro Solzhenitsyn: “Sin el toque del aliento de Dios, sin restricciones en la conciencia humana, tanto el capitalismo como el socialismo son repulsivos.”
En la siguiente entrega analizaremos con detalle los errores de los que tanto nos advirtió la Virgen; los cuales fueron diseminados por el enemigo del hombre con tanta astucia, que muchos de ellos, hoy en día están legalizados y se expanden peligrosamente por todo el mundo, al amparo de los llamados derechos humanos.
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