En nombre del respeto y la libertad se han cruzado límites que amenazan con resquebrajar los principios fundamentales de occidente.
Nuestro mundo actual, liberado de todo dogma, norma y hasta ley natural, ha manipulado la realidad a la medida de sus caprichos y deseos al grado que, posiblemente ni Nietzsche, en sus momentos más optimistas, si alguna vez los tuvo; imaginó lo lejos que, “la voluntad de poder”, llegaría. Ahora, el hombre goza de una libertad ilimitada y puede hacer lo que quiera y ser lo que desee, hasta las cosas más disparatadas. Al menos, eso es lo nos han repetido “ad nauseam”.
Sin embargo, en este último par de años, se ha hecho evidente que la libertad de la cual “gozamos” actualmente no sólo es engañosa, sino que, además, es sumamente frágil y limitada. La libertad de movimiento, de reunión, de trabajar, de estudiar, de comprar, de vender y aún de decidir; de manera informada y clara, sobre nuestra propia salud, se ha visto considerablemente mermada. Y esto es, sólo una parte, quizá la más visible, de la independencia que hemos perdido.
Nuestra sociedad, en nombre de llamativos conceptos tales como: democracia, libertad, concordia, tolerancia y paz, empezó por aceptar la coexistencia del error y la verdad. Aún gran parte de la sociedad cristiana, desdeñando el perenne principio de que, el error no tiene derechos, y creyendo ingenuamente que la verdad vencería por sí misma; aceptó y hasta promovió la libertad de expresión; tanto de lo bueno como de lo malo, de lo cierto como de lo falso, de lo angelical como de lo diabólico. Y así, casi sin darnos cuenta, el padre de la mentira fue seduciendo a una humanidad que, empezó por aceptar las medias verdades, mucho más peligrosas que las mismas mentiras, pues como nos recuerda Calderón de la Barca: “Tienen de su parte mucho poder las mentiras cuando parecen verdades”. Al final, se acabo por permitir todo.
De igualar la verdad y la mentira a ya no diferenciar más, entre una y otra, hubo sólo un paso. Nos creímos más listos y mejores que nuestros ancestros y olvidamos lo largas y veloces que son las alas del error. Y ahora occidente, con la razón nublada por el yerro, parece estar perdiendo hasta el sentido común al aceptar sumisamente la tiranía de unos políticos que, apoyados por los medios, han utilizado su poder para imponer un pensamiento anticristiano y falaz, en el cual la verdad está siendo constantemente silenciada y vetada, tanto en las “cátedras” universitarias como en la plaza pública y hasta en los mismos púlpitos.
Las últimas semanas del mes de enero nos otorgan varios ejemplos de como, parafraseando el proverbio inglés, la mentira ha recorrido ya millas, mientras muchos de nosotros, con una mezcla de pereza e incredulidad, apenas estamos poniéndonos las botas para salir en defensa de la verdad.
En Estados Unidos, el partido Demócrata, presentará próximamente a la cámara y al senado, su proyecto de “Ley de Respeto Global” a través del cual, con el aparente propósito de proteger los derechos humanos de las personas que se identifican como homosexuales o transgénero, se prohibiría todo discurso contrario a la agenda LGBT.
En México, dos cardenales, un obispo y un par de sacerdotes han sido sentenciados. Su crimen, animar a los fieles a votar de manera coherente con los valores cristianos. La pena, que aún está por definir, va desde una simple amonestación a una considerable multa.
En el Parlamento Europeo, la nueva presidenta, Roberta Metsola, quien se autodefine como “católica y provida”, ha adaptado rápidamente sus “principios” a las circunstancias y se ha comprometido, a firmar el pacto liberal Simone Veil que, como podemos adivinar por su nombre, garantiza el acceso al aborto a todas las mujeres de la Unión Europea. Además, para que no se dude de sus “buenas intenciones” ha asegurado que defenderá y promoverá la agenda de la igualdad de género.
Macron, en un mediático discurso, pidió que se agregue el aborto a la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE. En el colmo del cinismo, declaró al aborto como necesario para conservar los valores de la “civilización” europea, si aún le podemos llamar así al conjunto de sociedades que, de las pocas cosas que tienen en común, es el rechazo y la eliminación de sus propios hijos.
Además, el Parlamento, de quien fuera la hija primogénita de la Iglesia, ha prohibido cualquier tipo de ayuda a quien presente una atracción no deseada por el mismo sexo o disforia de género. Con esto, Francia se une a Canadá en menoscabo de la autoridad de los padres, quienes si se niegan a que su hijo siga un tratamiento irreversible de “reasignación de género,” pueden perder la patria potestad del menor. Varios estados de los Estados Unidos han presentado propuestas de ley similares. Se espera que a esto se unan, próximamente, el Reino Unido y España. Actualmente, la nación que evangelizara la mitad del mundo, cuenta con unas de las más “inclusivas” leyes LGTBI, a nivel mundial. Y como si esto fuese poco, se espera que el Parlamento Español prohíba, próximamente, las reuniones afuera de los centros abortistas. La información y las oraciones a favor de la vida son consideradas violentas y discriminatorias por los abortistas.
En Finlandia, un miembro del Parlamento, Païvi Räsän, enfrenta un juicio por la “osadía” de citar un pasaje bíblico en referencia a la homosexualidad, lo cual fue calificado como incitación de odio. ¿Nos imaginamos que, en occidente, alguien podría ir a la cárcel por citar la Biblia o por trasmitir sus enseñanzas?
Sin embargo, esto no debe sorprender a nadie, no son pocos los líderes, organismos y activistas, relacionados con la ONU, que acusan de discurso de odio, incitación a la violencia e incluso complicidad en el ejercicio de la violencia y la tortura; a quienes expresan públicamente su oposición al colectivo del abecedario. Además, son muchas las organizaciones internacionales, dependientes e independientes de la ONU, que financiadas por varios políticos y filántropos promueven, a través de la “educación sexual integral” el aborto en menores aún sin el consentimiento de los padres. Tampoco son pocos los colegios, a nivel mundial, donde se enseña la ideología de género, sin contar siquiera con el conocimiento de unos padres, absortos en el trabajo. Por su parte, la mayoría de las grandes empresas tecnológicas de Silicon Valley, han censurado contenidos y personas contrarios a los llamados derechos reproductivos y de género.
Estos casos cada vez van siendo más comunes en todo occidente. Empezamos tolerando el mal, nos familiarizamos con el vicio y acabamos aprobando el pecado. Ahora, llamamos al crimen derecho, a la mutilación elección, al suicidio asistido muerte digna. Cada vez más escuelas públicas, alrededor del mundo, en nombre del derecho a la información exponen a sus alumnos a la pornografía, desde los primeros grados.
En un mundo donde el hombre es la medida de todas las cosas, la verdad, que coloca al hombre en su sitio; es rechazada porque es incómoda, es perseguida porque se interpone a nuestros caprichos y deseos y es odiada porque proclama a los cuatro vientos lo que tratamos de negar. Por ello, nuestra sociedad, cual Herodías, pide la cabeza de todo aquel que, como San Juan Bautista, tiene el valor de defender la verdad.
No obstante, como dice: Santa Teresa: “la verdad padece, pero no perece” y estamos viendo una luz que va en aumento. A medida que se multiplican las tiránicas imposiciones de los gobiernos, en diferentes áreas de nuestra vida, van sumándose las voces, aún de liberales, que cansados de tanta insensatez alzan la voz para decir basta. Para hacer un llamado a la cordura y a la libertad.
Sin embargo, no podemos volver a caer en la trampa de pensar ingenuamente que la verdad y la mentira pueden convivir pacíficamente. El error fragmenta la sociedad, todos podemos dar fe de ello. Sólo la verdad une.
Renunciemos al luciferino “non serviam” que nos ha llevado a la división y a la esclavitud y hagámonos eco del humilde “Fiat” de la Siempre Virgen María confiando en las palabras de Jesucristo: “Si permanecéis en mi palabra seréis en verdad discípulos míos y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”.
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