¿Realmente cree él que librar de la cárcel a asesinos, mafiosos, secuestradores, ladrones y demás delincuentes va a transformar a México en una nación justa, honesta, solidaria, respetuosa?
Todavía faltan unos meses para la elección, pero diariamente se acumulan nuevas promesas de los candidatos mexicanos que compiten por la Presidencia de la República. Algunas de ellas son simples refritos de las que han hecho los candidatos en elecciones anteriores. Hay, sin embargo, entre tantas promesas, algunas que destacan por su novedad y originalidad. Son ofrecimientos poco comunes de algunos candidatos. Es obvio que quienes los hacen tienen un objetivo muy claro: evitar que la atención popular se desvíe hacia sus contendientes. En un ambiente de desánimo nacional causado por años y años de promesas incumplidas, estancamiento económico, pobreza lacerante, violencia recurrente, corrupción galopante e impunidad incurable, tal parece que entre más disparatadas sean las promesas de campaña, mayor es la esperanza que ellas hacen nacer en el corazón del ciudadano. El hecho de que se trate de una propuesta inédita hace que el mexicano sienta que no todo está perdido, que aún quedan soluciones posibles, y poco se preocupa de analizar su viabilidad, su legalidad, sus posibles efectos o su moralidad; equivale a una promesa de resurrección nacional.
El maestro en este arte es indudablemente Andrés Manuel López Obrador, quien no duda en lanzar promesas a destajo, ni en contradecirse al día siguiente, ni contradecir a sus colaboradores más cercanos si con ello mantiene su foto en las primeras planas. No importa que algunas de sus promesas no sólo choquen con proyectos ya avalados por los expertos y aprobados por el gobierno actual; no importa que contradigan la razón y el sentido común y que incluso sean contrarias a las funciones que le correspondería a AMLO desempeñar en caso de llegar a Los Pinos. Entre ellas la más notable es su oferta de otorgar amnistía a los delincuentes que durante años han asolado la nación mexicana con su violencia, sus asesinatos, sus fraudes y su fomento de la corrupción y la impunidad.
En una entrevista AMLO explica el porqué de tal oferta. Es que -explica el candidato de Morena- él es un hombre de paz. A sus ojos, la mejor forma de construir la paz en México es perdonar a quienes sistemáticamente han convertido esta nación en una tierra de nadie, donde reinan la violencia, la pobreza y la desesperanza; una nación famosa mundialmente por su desdén hacia la ley, hacia el derecho y hacia la vida humana.
El que AMLO sea un genuino hombre de paz es algo que está por verse. Si observamos su historia personal la paz no parece hallarse entre sus carismas. No es posible olvidar que él se labró el lugar en el que está actualmente a base de acciones de violencia y de total desdén por la ley, apoyado por grupos de personas de igual inclinación. Siempre ha militado al lado de los perpetradores de la injusticia y la corrupción. Sus actos violentos, como la toma de pozos petroleros y la del Paseo de la Reforma, han causado severos daños a la economía nacional, además de poner en serios aprietos económicos a cientos de familias inocentes, a las que atropelló sin ni siquiera molestarse en pedirles perdón. Su desempeño como Jefe de Gobierno del entonces DF se caracterizó, entre otras cosas, por actuar casi siempre como si la única ley válida fuera la que él inventa para cada circunstancia. Sus más cercanos colaboradores en ese entonces -que también lo son hoy- fueron capturados infraganti en burdos actos de corrupción. Él amenaza hoy con expropiación y otros castigos a los empresarios que le lleven la contra, pero ofrece perdón a los asesinos, secuestradores y ladrones que han causado la pobreza y la violencia de las que ahora él se presenta como salvador. Nunca reconoció jamás su derrota ante Felipe Calderón, y teniendo como fondo un Zócalo abarrotado de fans, amparado bajo no sé qué ley, se proclamó a sí mismo “Presidente legítimo”. Si realmente alguna ley “amparó” su “toma de posesión” y la hizo legítima y válida, ¿cómo se presenta hoy de nuevo como candidato? ¿No dice la ley mexicana que no existe la reelección del Presidente? Curiosamente, es precisamente este enchuecamiento o desdoblamiento de la realidad, al estilo Donald Trump, lo que alimenta la esperanza de sus seguidores.
Ahora bien, quien gane las elecciones y sea reconocido como el nuevo Presidente deberá hacer un solemne juramento al tomar posesión: “Protesto guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de Presidente de la República que el pueblo me ha conferido, mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión; y si así no lo hiciere que la Nación me lo demande”. Entre las facultades que la ley le otorga al Presidente está la de indultar a criminales convictos (artículo 90, fracción XV), es cierto, pero el ejercicio de tal privilegio no puede ser motivado solamente por el talante pacifico del Jefe del Ejecutivo. Hay leyes secundarias que norman esos indultos. Los intereses nacionales están sobre las inclinaciones personales del Presidente. Y es claro que perdonar a esa turba de criminales que han victimado a México no puede en modo alguno ser de interés nacional. Hacerlo sería equivalente a decirle a sus seguidores que para salir de las crisis económicas y de seguridad y legalidad la única manera es dejar las cosas como están. No hace falta ser muy inteligente para darse cuenta de que la amnistía únicamente favorecería a los criminales, quienes se perpetuarían en el crimen impunemente. El interés de la nación pide creación de empleos, pero la amnistía a los criminales y la perpetuación de la impunidad que le seguirá sólo amedrentarán a los posibles inversionistas extranjeros y a los pocos mexicanos que queden por ahí. Quienes voten por AMLO este julio venidero se encontrarán, en un plazo más corto que largo, que la “mafia del poder” que él promete desmantelar no solamente no quedará desmantelada, sino reforzada y engrosada con la pandilla de delincuentes que hoy lo asesoran. Es claro que lo que busca AMLO es que los criminales actuales lo favorezcan con su voto y con el de todos aquellos que se verán obligados por los criminales a votar por él. Porque en realidad lo que busca AMLO es impedir que estos malandrines pisen la cárcel. Es darles la bendición a los mayores enemigos de la Nación.
Asumiendo, sin conceder, que AMLO estuviera haciendo ese ofrecimiento de modo sincero, ¿realmente cree él que librar de la cárcel a asesinos, mafiosos, secuestradores, ladrones y demás delincuentes va a transformar a México en una nación justa, honesta, solidaria, respetuosa? Se necesita ser un iluso y/o no conocer nada de la historia nacional ni conocer la realidad actual para pensar de ese modo. Cientos de años de estudio del derecho y de la psicología por parte de la humanidad nos enseñan que la ley y su aplicación estricta, apoyadas en una sólida educación moral (ausente en el México actual), son indispensables para la convivencia social. Por lo visto, AMLO es el único que no lo sabe.
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