Es claro que AMLO es la agenda, sus dichos y su quehacer inundan los medios de comunicación.
Desde el día de ayer López Obrador estará cuatro días de vacaciones. Claro, para él son días de “descanso-reflexión” como les llamó. Es importante recordar esto porque cada gobierno escoge su propio vocabulario. Sabemos entonces que Andrés Manuel no vacaciona como los comunes y corrientes, él descansa y reflexiona. Muy bien. Sería pertinente que su equipo también lo hiciera. Aunque ellos no reflexionen, mucho se ayudarían si desaparecen del mapa mediático unos días y hasta semanas.
Es entendible que la contundente y sorprendente victoria de López Obrador lo colocara como la principal noticia del país para cualquier cosa que fuera. Político de gran olfato y movilidad mediática, el ganador de las elecciones del 1 de julio se ha dedicado a dar noticias todos los días. Es claro que él es la agenda, sus dichos y su quehacer inundan los medios de comunicación. Quizás el empuje de la campaña y del triunfo mismo les ha impedido sentarse a diseñar una estrategia clara en la que tengan más control, y no la enorme cantidad de dislates y contradicciones que ya se presentan a diario.
Andrés Manuel todavía no es presidente electo y ya extiende nombramientos, anuncia políticas públicas y amenaza a corruptos y derrochadores, y ha lanzado una extraña lucha contra los trabajadores de gobierno –que estoy seguro en su mayoría votaron por él–. Hasta ahí entendible: se trata del fenómeno electoral en décadas en nuestro país. Pero su equipo de colaboradores no parece tener la misma sensibilidad ni agudeza del candidato. Hasta el momento han mostrado rencor, ignorancia y ya comenzaron con las estupideces.
No otra cosa son los despropósitos de la señora Loretta Ortiz (ayer en estas páginas, Salvador Camarena documentó claramente las pifias de la señora, pero no por eso deja de ser relevante subrayarlas). Ortiz es parte del equipo de Alfonso Durazo –amo y señor de la traición– y ha destacado por disparatada y mantener una alta dosis de protagonismo. Dijo que el gobierno mediará entre las bandas criminales, y no contenta con eso resulta que un compañero le dijo que había invitado al Papa a los foros de pacificación y que había aceptado participar. Eso le pareció suficiente a la señora para anunciarlo y terminar siendo desmentida, ni más ni menos, que por el vocero del Vaticano. Hasta allá llegó su estupidez.
El caso del señor Jiménez Espriú –salido de la época de la televisión en blanco y negro–, con el anuncio de realizar una consulta popular para la obra del aeropuerto de la Ciudad de México, es otra pifia. De inmediato se le corrigió, pues las consultas populares se hacen durante las elecciones y faltan tres años para la siguiente. Él mismo tuvo que corregir. Ya también están en problemas con la seguridad del candidato, los centros de inteligencia, los sueldos, el concepto de la burocracia y cada día hacen más batidillo. No toman decisiones, pero pronto empezarán a pagar los costos como si las hubieran tomado. Porque una cosa es el cheque en blanco que tiene López Obrador, y otra sus colaboradores, que pasaran por un rasero distinto.
Cualquier persona con sentido común les diría que se fueran de vacaciones, que ellos empiezan hasta dentro de seis meses y que la prisa no es buena compañera de la ignorancia. ¿No sería mejor conocer a fondo, poder hacer intercambios con los funcionarios y luego opinar? Tomen vacaciones, después no van a tener.
Mientras tanto, resulta tranquilizador que el futuro presidente haya decidido oxigenar el ambiente para tomarse unos días y ojalá descanse. Y reflexione.
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