Ante la tragedia, a las preguntas que tenía que hacer la prensa respecto al ataque y los asesinatos en Sonora, el presidente responde con “vamos a desayunar”.
El almirante Rafael Ojeda, titular de la Secretaría de Marina, terminó, de manera más que desafortunada, de hacer sus comentarios sobre la balacera registrada en Guaymas, Sonora, en la que perdió la vida una joven activista, cuando el presidente López Obrador se acercó al micrófono y dijo: “Vamos a desayunar, ya, ya, ya”, dando por concluida la conferencia de prensa. Ni un comentario al respecto de lo dicho por el almirante, alguna rectificación, alguna señal de empatía con la familia de la chica asesinada, sobre el clima de inseguridad y violencia en Sonora, donde un comando se atreve a balear el palacio municipal. Nada, el comentario del presidente se refirió a que tenía hambre y se imponía ir a pegarle a los antojitos.
Se sabe: el presidente es glotón. Dedica una buena parte de su comunicación a hablar de lo que se empaca gustoso. El presidente piensa de manera constante en tragar. Que si la memela, que el sope, que la barbacoa, que la tlayuda, el taco, la memela, en fin, el hombre saliva cuando habla de lo que se va a comer. Eso y jugar al beis, en eso se le va gran parte de su tiempo. Jugar y comer.
Que no tenga una dieta balanceada, su glotonería, su pasión por la fritanga es asunto suyo y no afecta los asuntos públicos. Pero sí llama la atención la absoluta falta de sensibilidad. Ante la tragedia, a las preguntas obvias y necesarias que tenía que hacer la prensa respecto al ataque y los asesinatos, el presidente responde con “vamos a desayunar”. ¿De veras los asesinatos le despiertan el hambre? ¿La tragedia de una joven balaceada en el palacio municipal de Guaymas lo lleva directo a empujarse un menudo? ¿Que una mujer que se manifestaba a favor de su género pidiendo alto a la violencia contra las mujeres, con letreros que decían “vivas las queremos”, haya sido asesinada, le despierta las ganas de recetarse un plato de chicharrón en salsa verde? ¿Las acciones letales del crimen organizado lo llevan inevitablemente a refinarse un pambazo de papa con chorizo acompañado de un champurrado? “Vamos a desayunar”, no hay que hablar de los crímenes, de los muertos, de la inflación –la mayor en dos décadas–, de la crisis de medicamentos, todo eso no tiene caso comentarlo, decir qué se va a hacer al respecto. No, mejor ir por unas enchiladas rojas, porque todo está muy bien y lo único que hace es hambre.
La falta de empatía del presidente con quienes son víctimas de la inseguridad y la violencia es notoria. Es un tema con el que no se quiere ver asociado –ningún presidente lo quisiera–, pero López Obrador huye del tema de manera sorprendente. Por supuesto no es grato, pero es parte de su responsabilidad, parte relevante, y no debiera eludirla. Así como se la pasa predicando solidaridad con los más necesitados, de mantenerse lejos del dinero y los bienes materiales, debería intentar ser cercano con quienes han sufrido la tragedia de perder a un cercano por la acción de los criminales. Son decenas de miles las víctimas en este sexenio, más que en ningún otro, cuyas familias esperan algo más que “vamos a desayunar”, una frase que revela no sólo el apetito voraz del mandatario, sino su desdén por las vidas perdidas y su pavor para actuar contra el crimen. Provecho.
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