Un simulacro llamado gobierno

El gobierno de López Obrador ya está pidiéndole a la gente que participe en el simulacro de que el país avanza. En eso consiste la transformación que cacarean.


Falsa transformación

Hace casi dos meses, el gobierno de la República llevó a niveles increíbles una de sus especialidades: la simulación. En efecto, armó un convoy que salió del aeropuerto con vehículos militares, patrullas de policía, ambulancias y en medio una camioneta de una empresa de entrega de paquetería que, supuestamente, llevaba las vacunas. El simulacro recorrió una buena parte de la CDMX. Fue un evento como los que se hacían cuando venía el papa. Por supuesto la llegada de las vacunas es una gran noticia, algo que espera la población y que se espera sea el remedio a este azote que recorre el mundo. Desgraciadamente, como casi todo en este gobierno, se trató solamente de un simulacro, una finta, algo fake, una parodia de algo que pudo haber sucedido y que no ha pasado. Porque no nos engañemos: no hay vacunas y entonces sólo nos queda el simulacro.

Es el gobierno de los simulacros, todo es una faramalla, una puesta en escena con el gran actor que ha resultado ser el presidente. Se enoja, la hace de profesor de historia, cuenta chistes, hace bromas, monta en cólera, señala a los malos, habla fuerte, invoca a los dioses, habla de moral o de beisbol… para él da igual, son simples temas para hablar. Y en eso se quedan los problemas: son parte de un soliloquio.

La separación entre el poder político y el poder económico: un simulacro. Pocas veces tan pocos tuvieron garantizado tanto y, básicamente, son los mismos.

El combate a la corrupción: un simulacro. Ahí están Felipa, Pío, Bartlett. Gente de casa que se ha enriquecido a manos llenas. Las defensas de individuos como el director de la CFE por parte del presidente son vergüenza nacional y quedarán como marca de este gobierno. Las propiedades de la responsable de perseguir la corrupción son un escándalo injustificable; las asignaciones directas nada más han favorecido las corruptelas y las malas decisiones.

Primero los pobres: simulacro. En lo único que han sido los primeros es en ahondar el estado de miseria en el que estaban, con algún programa social extra. Les costará mucho más salir de la pobreza con este gobierno.

La fascinación de este gobierno por las puestas en escena es quizá la única acción constante de este gobierno en el que todo es una escenografía, un simulacro y la única política pública de largo plazo vigente es “la mañanera”.

Ryszard Kapuscinski en su libro El imperio (ed. Anagrama), un impresionante reportaje sobre la Unión Soviética y la historia de su derrumbe, comenta lo siguiente: “El escritor ruso Yuri Bórev comparó la historia de la URSS con un tren en marcha: ‘El tren se dirige hacia un futuro luminoso. Lo conduce Lenin. De pronto: stop, se han acabado las vías. Lenin apela a la gente pidiendo que trabaje horas extras los sábados; se colocan más vías y el tren puede continuar el viaje. Después se pone a conducirlo Stalin. Y también se acaban las vías. Stalin manda fusilar a la mitad de los revisores y de los pasajeros, y obliga a los demás a colocar vías nuevas. El tren se pone en marcha. Jruschov sustituye a Stalin, y cuando se acaban las vías ordena desmontar las que el tren ha dejado atrás y colocarlas delante de la locomotora. Jruschov es sustituido por Brézhnev. Cuando vuelven a acabarse las vías, Brézhnev dispone que se corran las cortinas de las ventanillas y que se balanceen los vagones de tal manera que los pasajeros crean que el tren continúa en marcha’”.

Apenas a dos años de iniciado, el gobierno de López Obrador ya está como el de Brézhnev, pidiéndole a la gente que participe en el simulacro de que el país avanza. En eso consiste la transformación que cacarean.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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