Si hace un año Hugo López-Gatell despertaba confianza y credibilidad, hoy nada más provoca rabia y coraje.
Hugo López-Gatell ha estelarizado, en un año, una fulgurante carrera hacia la decadencia. En ese lapso ha pasado de ser un hombre solvente técnicamente, un médico preparado, un especialista, un comunicador claridoso, un hombre que generaba confianza, una agradable sorpresa en la cuatroté, un académico que indicaba el camino a seguir, a ser un cínico desgraciado.
¿Cómo sucedió esto? Muy fácil: las mismas luces que nos presentaron al hombre con esas características positivas se ocuparon de transformarlo. Los medios, los focos, la atención puesta en él lo acabaron convirtiendo en una marioneta más en el circo de López Obrador. Es la tiranía de la fama que acaba con casi todos, que transforma a las personas que se marean en los oscuros pasillos del prestigio y en esa débil tabla que es el reconocimiento público.
Por supuesto que no es fácil resistir ese canto de las sirenas, no cualquiera se amarra al mástil como lo hizo Odiseo para no ser devorado por las dulces notas de las mujeres del mar mitológico. Por eso cuando arribó el médico López-Gatell se pensó que era un hombre hecho de otra madera que no era la política. Si nuestra clase política pasa por una de sus épocas más degradantes, la llegada de Gatell era un respiro para todos. Incluso se ponderaban sus cualidades de galán –lo que era muy sencillo en un medio en el que figuran individuos como Mario Delgado o Fernández Noroña–. Hoy, la imagen de Gatell es patética: no es ya un galán, sino un ligador de cuarta que lo mismo se lanza a una playa nudista que busca momentos para echar faje en algún establecimiento de la colonia Condesa.
El responsable de la pandemia en nuestro país puede ser visto por personas de otras naciones como la viva imagen del desorden, la improvisación y la irresponsabilidad, características que destacan en el manejo del combate al virus. El doctor López-Gatell puede ser catalogado como un criminal al que a su cargo se pueden sumar más de 200 mil muertes mientras él da recomendaciones para salir de vacaciones, área en la que ha demostrado tener cierta debilidad.
La semana pasada el doctor López-Gatell la emprendió contra los medios de comunicación que reportaban el número de muertos por COVID en nuestro país. “Cuando llegamos a 30 mil lo pusieron, cuando llegamos a 50 mil lo pusieron, cuando llegamos a 100 lo pusieron; no sería de extrañar que a 200 mil. Parece que hay una afición por los números redondos; cada vez que se completa una cifra les gusta ponerlo”, dijo visiblemente molesto. El doctor no entiende esa “afición por los números redondos”. ¿Por qué y para qué contar muertos? ¿Qué caso tiene? ¿Sirve de algo que la gente sepa cuántos muertos se ha llevado el virus de la mano de la pésima estrategia que ha comandado López-Gatell? El doctor Gatell cree que los medios hacen eso como parte de sus planes comerciales y logran que “suban sus acciones”. No contento con decir esas babosadas las aderezó lamentando que quienes informan lo hagan con “una afición por concentrarse en el lado más triste de la epidemia”. ¿Y como qué lado le parece alegre y digno de jolgorio al doctor López-Gatell? Todo en el caso de la pandemia ha sido una tragedia para la humanidad. En México, el número de muertos ha sido altísimo. No hay motivos para la alegría que reclama Gatell. Su nombramiento ha sido parte de la tragedia que vivimos.
Si hace un año Hugo López-Gatell despertaba confianza y credibilidad, hoy nada más provoca rabia y coraje.
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