Cualquiera de las ‘estrellas’ del Once tiene más seguidores en Twitter que audiencia en sus programas de televisión.
Dejemos a un lado el coronavirus en esta ocasión. Hay cosas que pasan y que son importantes tomar en cuenta, aunque lógicamente todo quede subordinado a la pandemia. Después del coronavirus el nivel de relevancia baja sustancialmente, pero no por eso dejemos de tener temas en el archivo para cuando regresemos, de alguna manera, a la normalidad.
El día de ayer, Javier Tejado, abogado y ejecutivo de Televisa, publicó en su columna Espectro (El Universal 31/03/20) datos acerca del rating de las televisoras. Tejado llama la atención sobre el crecimiento del rating en la televisión abierta a partir de la pandemia. Es notorio el crecimiento de los canales de noticias como ForoTV, con 28 por ciento de crecimiento y ADN 40, con 37 por ciento de aumento. Esto es entendible, la necesidad de hacerse de información sobre lo que sucede en el mundo y lo que pasa en México obliga a buscar información de manera sistemática, y eso muestra que, en materia de información, la televisión abierta ha regresado por sus fueros. Con esos números sorprende que el presidente no hubiese realizado ya un mensaje a la nación ante la emergencia. Pero también se entiende que “el hermano en Cristo” –como le dicen fraternalmente familiares del Chapo– ande en lo suyo: echando taco con sicarios, recorriendo distancias como si fuera Forrest Gump, saludando a la mamá del criminal más grande del país en los últimos años, diciendo que los empresarios que saluda son delincuentes de cuello blanco y que los conservadores quieren que se infecte. En eso anda “el hermano en Cristo”. Ya lo perdimos.
El otro dato que comenta Tejado y que es muy relevante es el desplome brutal de la televisión pública. Los canales 14, 11 y 22 muestran las audiencias más bajas de su historia. En eso canales, “en los horarios AAA de la tarde-noche apenas y generan 17 mil, 58 mil y 14 mil personas, respectivamente, cuando la TV privada alcanza en esos mismos horarios cientos de miles, incluso millones de personas por canal”. Estamos, pues, ante otro sonado fracaso de la 4T.
El caso de Canal Once, por ejemplo, es llamativo porque desde un principio no se quiso hacer televisión pública ni comercial, sino simplemente hacerlo un canal de propaganda al servicio del gobierno de la manera más abyecta que hayamos visto en las últimas décadas. Los programas estelares son verdaderamente vomitivos, insoportables, aunque sea por minutos. Creo que pocas veces en los últimos decenios se han difundido desde el gobierno piezas de propaganda tan burdas. Han hecho de los canales públicos un foro para el dislate y el lucimiento personal de los adoradores del presidente. John Ackerman, por mencionar a uno, asegura en un programa que el presidente López Obrador es un científico y eso que no se trata de un programa cómico sino de corte político en que el norteamericano desquiciado es acompañado por Sabina Berman.
Cualquiera de las ‘estrellas’ del Once tiene más seguidores en Twitter que audiencia en sus programas de televisión. El problema radica en que, por ejemplo, el orate de Ackerman, para escribir sus tuits, solamente necesita tiempo y hacer uso de su innata estupidez. Pero para grabar sus programas se usa dinero público, de los impuestos que pagamos todos, para que él sienta que sale en la televisión y sostengamos de esa manera un fracaso más de la cuatroté.
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