Sobre el avión y los símbolos

Andrés Manuel López Obrador puede creer que todo se acaba y se arregla con voluntarismo, que no hay cosa que la palabra del presidente no solucione.


Asuntos distractores


Me permito insistir nuevamente en el tema que abordé el viernes pasado: la importancia de los escapes, dicharachos, embustes, disparates y ocurrencias del presidente de la República. Veo con cierta sorpresa el llamado de muchos de los adversarios del presidente, alarmados con las que califican de “maniobras distractoras para no discutir los problemas de fondo” y que dejemos de hablar del maldito avión. La verdad es que los “asuntos de fondo” sí se discuten y se plantean: muchos medios hacen una ardua tarea documentando las ineptitudes, inconsistencias e ineficiencias del gobierno. Otro tema es que el presidente no los quiera discutir públicamente –y a la mejor ni en privado–, pero esa es una muestra más de su estilo de gobernar –por decirlo de alguna manera. Decir que ahora no se discuten los problemas reales del país implicaría, por ejemplo, que eso se hacía antes del gobierno del tabasqueño. Todos sabemos de dónde venimos: el peñanietismo no fue un ágora ateniense en la que todos discutíamos sesudamente sobre la cosa pública. Tampoco mamen.

Por supuesto que sería muy bonito para muchos vivir discutiendo de Karl Poper y de Heidegger o Bobbio. Pero no parecen ser esos los tiempos que vivimos y Twitter no da para tanto. Si quieren sentirse Ptolomeo, pues váyanse a una academia a ver si les hacen caso y encuentran con quién tener magníficos intercambios. Estamos ante el mandato del discurso populista y más vale entenderlo porque es lo que seguirá en el futuro inmediato. El manejo de símbolos en ese tipo de discurso es muy importante, por eso el avión fue siempre tan relevante para López Obrador, pues conformaba la imagen del exceso, del abuso, de lujo, de la enorme desigualdad entre gobernante y gobernados. Todo indica que las cosas no le están saliendo con el símbolo elegido, por eso hay que hablar de él, porque significa muchas cosas y porque los símbolos importan. A Peña Nieto lo fuimos conociendo por sus ocurrencias, disparates y equivocaciones. Que si se ponía los calcetines al revés, que no se sabía las capitales de los estados ni las ciudades en que estaba de visita, que un día él fue el único que sintió un temblor… infinidad de anécdotas y así nos fue.

El avión es importante por varias razones:

-Porque muestra el desorden en el gobierno. No tienen idea de las implicaciones que tienen las decisiones que toma el presidente al calor del micrófono.

-Porque en el símbolo perfecto de sus contradicciones y errores: creer que todo se acaba y se arregla con voluntarismo, que no hay cosa que la palabra del presidente no solucione.

-Porque muestra las prioridades del presidente: hablar de rifas, tómbolas, soltar grotescas risotadas por los memes; porque evidencia una presidencia distraída en frivolidades, mientras la violencia campea y la crisis de salud se agudiza.

-Porque nos muestra a un presidente capaz de todo con tal de no admitir un error. La rifa del avión, sin duda, será uno de los episodios más patéticos del sexenio, pues el presidente ha mentido reiteradamente, dice una cosa y al otro día la contraria. Ahora resulta que se va a rifar el avión, pero el premio NO es el avión.

-Porque pone al presidente de la República a la cabeza de lo que puede ser una abierta estafa a los compradores de boletos que piensan que participarán en la rifa de un avión.

-Porque para no quedar mal recurre a los empresarios –en lo que es chantaje o abierta extorsión– para que le compren los boletos y no fracasar. Barata les sale la relación a los empresarios con el presidente.

-Y porque los símbolos son relevantes en un gobierno y, para nuestra desgracia, de esto vamos a tener harto.

 

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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