El presidente fue a la boda de César Yánez, pero este fue desterrado de Palacio Nacional y de la cercanía con el maestro.
Francamente uno no hubiera pensado que el movimiento encabezado por López Obrador fuera a tener desenlaces tan marcados por la pasión, el romanticismo, con una mezcla de ideología y fervor religioso que cualquier telenovela o drama envidiaría.
A la asepsia peñista con los consabidos romances y una marcada inclinación por la farándula y las revistas de sociales, llegó el deslumbre por el lujo y la pasión ideológica. Algo inesperado por los reiterados anuncios del presidente sobre la austeridad que es para él parte fundamental de su religión. Sus fieles devotos no dudaron en mezclar su frenesí con los planteamientos políticos del líder. En un ambiente de persecución y condena a los demás, los amorosos se dan su tiempo, encuentran sus caminos, comparten no solamente las mieles de la pasión, sino también la satisfacción de quien hace justicia y tiene cámaras alrededor: apasionados y famosos.
Entonces tenemos que con el triunfo el amortz pulula entre los ganadores. Las manifestaciones de fogosidad no se hacen esperar: parejas que trabajan para el gobierno, familias enteras, novios, amasios, concubinos, esposos. Todo florece entre la cuatroté. Había llegado la primavera.
En una de sus famosas peroratas el presidente había mencionado diversos males que había generado la pesadilla neoliberal, y dijo claramente que durante esa época nefasta había aumentado el número de divorcios. Entonces los que habían sido neoliberales y divorciados decidieron casarse, lo cual seguramente aumentaría su imagen ante el líder.
El primer golpe vino con una boda que fue nada más ni nada menos que la portada de la revista ¡Hola! Fue la de un hombre cercanísimo a López Obrador por más de 20 años: César Yáñez. El propio presidente fue a la boda. No volvió a ninguna más y César fue desterrado de Palacio y de la cercanía con el maestro. La visceralidad de la decisión presidencial sorprendió a todos, aunque era claro que se trataba de un castigo ejemplar en la plaza pública, un escarnio para que esas cosas no se repitieran.
Después estuvo la frenética actividad erótico-política de Irma y John. Lo mismo se mandaban efusivos y cachondos tuits que fustigaban a la oposición o abrían frentes de batalla al interior de su partido. Nada escapaba a su furor, lo mismo le entraban a los arrumacos cibernéticos que a la difusión populista. Defendieron sus nidos de amor, uno con una llamativa alberca en forma fálica, aduciendo herencias del marxismo guerrerense. Hasta que a la parejita se le ocurrió dinamitar la candidatura de uno de los favoritos del presidente y fueron fulminados de la estima presidencial, expulsados del paraíso del cargo público.
Y finalmente tenemos el caso de la boda de Guatemala. Una boda de 300 personas, ¿qué podía salir mal? El novio era el fiscal persecutor de los malos manejos de adversarios políticos, empresarios, narcos…; la novia, consejera del INE. Ambos con buena reputación. Ah, ¡las tentaciones de la ostentación del amortz! Así pues, invitaron a archienemigos del presidente y a mucha gente, y pues todo se supo y el fiscal fue cesado y la consejera cuestionada. Y ahora caerá sobre ellos el alud que esperaban sus enemigos –sobre todo los de adentro–. La vanidad y la soberbia suelen ser explosivas.
Parece que es hora de que los fieles de la 4T se tomen en serio el discurso del presidente sobre la austeridad. Que todo eso de que tener dinero es malo, de que no hay que comprarse ropa, de que hay que tragar tlayudas, barbacoa y chipilín, es en serio. Y ya saben, no le gusta que se divorcien, pero tampoco anden por ahí presumiendo su amor como si fueran jóvenes tórtolos.
Hasta aquí este breve resumen. ¿Qué otra historia de pasión y desgracia nos depara la cuatroté? ¿Seguirá el amortz esparciendo la miel y la hiel entre nuestra flamante clase política? No se pierdan el siguiente episodio de política y frenesí.
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