Un nuevo gobierno está por comenzar y no está comenzando por escuchar al pueblo y conocer sus inquietudes, ha optado por utilizar consultas que van muy en contra de una verdadera democracia.
Rectificar en política no denigra, al contrario, permite mostrar que se comprende la situación, que se evalúan con sensatez las consecuencias de los actos, que se tiene la humildad y la sencillez de mostrar que se escucha a los demás y que lo importante está en la corrección y no en el error inicial.
Varias cosas han sucedido en estos meses de fatídica transición. Y digo fatídica porque lo que empezó “aterciopelado” se ha convertido en una lija. Sin haber entrado en funciones, el gobierno que viene ha generado incertidumbre económica, que ya suma pérdidas en decenas de miles de millones de pesos; ha anunciado un plan de militarización propio de las dictaduras setenteras; ha generado un clima de encono social; ha convertido la democracia participativa en una farsa; ha cancelado obra pública, cuyos avances se convertirán en un gigantesco monumento al capricho personal; ha generado zozobra en los cientos de miles de trabajadores gubernamentales; ha anunciado la caída en el nivel de vida no de la alta burocracia, sino de la media; ha mostrado su lado autoritario y convertido la falta de respeto en política pública; ha provocado enfrentamientos con empresarios, periodistas y gobernadores, y se apresta a tener como logro el dejar sin empleo a más de 40 mil trabajadores que laborarán en Texcoco hasta el próximo sábado, día en que tomarán el gobierno. El resultado de todos estos “logros” será el de, en efecto, una transformación: convertirnos en un país bananero.
Hay quienes dicen que todo es una estrategia para ver cómo responden los mercados, los sectores, la oposición. Yo lo dudo. Por estar tentando el agua ya se quemaron la mano. Buscar reacciones de manera desordenada genera, precisamente, desorden e inestabilidad. No se entiende por qué si tienen 30 millones de votos –lo que cantan al primer señalamiento– deciden consultar a unos cuantos miles para justificar sus decisiones. El presidente electo se ha rodeado de gente que –literal– no tiene futuro y, por lo tanto, vive anclada en el pasado. A pesar de su triunfo amplio e incuestionable, ha decidido avivar el pleito propio de las campañas como una manera pública de relacionarse con los demás.
Pero en fin, como dicen ellos todavía no comienzan y por eso mismo puede ser bueno rectificar. El caso de la estrategia de seguridad es un buen ejemplo. La rectificación en ese sentido ha sido mucho mejor de lo que manejaban como discurso hace unos meses. La reconciliación de quien será comandante de las Fuerzas Armadas con su cúpula y su tropa es algo sano y razonable en medio de tanta crispación. Lo mismo pasó cuando el propio presidente electo echó para abajo las maneras disparatadas de Monreal. Ojalá que rectifiquen en otras cosas. Por ejemplo, sería bueno que el presidente –y su familia– fueran cuidados por el personal profesional con que cuenta el Estado. La seguridad del Presidente de la República es del interés de todos. También el de su familia. Poner su seguridad en manos de un hípster es una irresponsabilidad con el país
Ojalá rectifiquen en el tono de confrontación, en las amenazas por parte del equipo y los legisladores –que han mostrado una singular vocación por la patanería. Que rectifiquen en la forma de tratar al diferente. Que rectifiquen en el desprecio que tienen por los demás. Ojalá que el texcocazo haya sido una desmedida e innecesaria muestra de poder, y que el monrealazo haya sido el exceso de un soberbio y no una manera de hacer política. Que rectifiquen y hagan de la conciliación algo constante, que vean en la mesura una virtud y una herramienta para lograr los cambios que consideren; que rectifiquen y vean en el diálogo la posibilidad de unir y de crecer, y deje de ser algo que consideran inútil. Es buen tiempo para rectificar.
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