Es claro que al presidente no le gusta el mundo –el mundo comienza en Tabasco y termina en La Chingada, que es su rancho y que también está en México–.
Cuentan las notas periodísticas. La responsable del Imcine, María Novaro, llegó al festival de cine más importante a nivel internacional. El presidente del jurado de tan importante evento era por primera vez un mexicano. La señora Novaro tenía una serie de compromisos de trabajo en el lugar que es donde se da cita la gente del cine. Si bien es cierto que no representa ningún negocio específico para el país, la imagen y la presencia son parte de la proyección nacional. La señora estaba donde tenía que estar, no usurpaba las funciones de nadie y es de las principales actividades de alguien que ocupe ese puesto. Gran sorpresa se ha de haber llevado cuando le dijeron que se tenía que regresar porque el presidente no había autorizado su viaje. La señora se regresó en cuanto pudo. Es probable que el regreso saliera carísimo, pues no tendría boleto para ese día más las cancelaciones de hotel, etc. Lo importante es que no estuviera en ningún lugar del mundo que no fuera su país. Es una penosa historia para el Imcine y una vergonzosa anécdota para la señora Novaro, que si tuviese un ápice de decoro en su conducta pública, ya hubiera renunciado.
¿Tiene sentido vivir escondidos del mundo porque tenemos problemas? Una de las ventajas de intercambiar experiencias con otros países es la solución de problemas; otra es atraer inversión; otra más, compartir conocimiento; otra también es la de estar al día en lo que sucede en las distintas materias, ya sea salud, educación o el mismo cine.
Cuentan las notas periodísticas. Jorge Alcocer, secretario de Salud de nuestro país, no asistió a la Asamblea Mundial de la Salud que se celebra en Suiza. Aunque estaba confirmada su asistencia, ni él ni el subsecretario del ramo se presentaron a la reunión con los representantes de salud del mundo. ¿Nada que intercambiar, nada que compartir, nada que preguntar? El tema del evento era la cobertura universal de salud, lo cual quedaba ideal para el gobierno mexicano, pero para parece que esas reuniones son perdedera de tiempo.
En la era mexicana del regreso al poder centralizado en una persona, lo que destaca es el capricho y el gusto personal. El presidente López Obrador anunció que él, personalmente, autoriza los viajes de cualquier funcionario. Uno supone que el presidente tiene cosas más relevantes que hacer que autorizar los viajes de la burocracia, pero parece que eso le apasiona. Además hay que sujetarse a los gustos del presidente y todos sabemos que no le gusta viajar, le gusta el tren y la carretera, pero odia lo mismo el avión que los aeropuertos. Entonces se castigan los viajes. Es sabido que López Obrador trae pleito añejo con las matemáticas. Lógicamente no hay viajes ni para los niños a las competencias internacionales de matemáticas. Es sabido que el cine no es algo que siquiera le llame la atención, entonces se regresa a la señora directora de donde esté, sea Tepic o Francia. Sin embargo, llama la atención que la salud pública no sea un asunto que le llame la atención. Esta semana ha quedado claro que en las prioridades de la cuatroté, la salud está por debajo del beisbol.
Es claro que al presidente no le gusta el mundo –el mundo comienza en Tabasco y termina en La Chingada, que es su rancho y que también está en México–, mientras menos tenga que salir, mejor, (ya se ausentó de la cumbre del G20) y si no viene nadie, pues mejor. Qué tienen que andar viniendo a fisgonear y opinar si hacemos bien las cosas o no; si nosotros no vamos y ni opinamos, ellos tampoco. En eso parece consistir la política exterior del lopezobradoriato: vivir encerrados.
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