El PRI enfrenta graves problemas. Uno de ellos, en el Senado, donde son pocos, pero bien peleados. Eso sucede en las épocas de crisis. Como es de todos conocido, Miguel Ángel Osorio Chong, exsecretario de Gobernación con el presidente Enrique Peña, era el coordinador de la bancada priista en el Senado hasta el día de antier, en que fue defenestrado de manera rotunda por varios de sus compañeros y por instrucciones del señor Alito, que es el presidente de ese partido.
La cosa es que se juntaron los senadores y votaron por quitar a Osorio Chong de la coordinación senatorial. Votaron de forma unánime –según dicen las notas–, lo que significa que fueron ¡ocho votos! ¿Quién iba a pensar que algo así pasaría algún día en el PRI con tan poquitos votantes? Para cualquiera que haya vivido los tiempos gloriosos del priismo no deja de tener su impacto. Y por tiempos gloriosos no me refiero a los 70 o la época del salinismo, basta con irse unos años atrás, a 2012, con la llegada de Peña Nieto a la Presidencia.
El caso es que los priistas se están dando con todo. Quizá no todos los priistas, solamente en la cúpula, que son las broncas más visibles. Todo indica que don Alito está muy enojado porque el Tribunal Electoral le tumbó su pretensión de extender su periodo de mandato al frente del tricolor. Entonces encolerizó y juró venganza –uno supone eso–, y le echó la culpa al senador Chong de mover los hilos en el tribunal para que le impidieran la ampliación de su liderazgo, y entonces procedió al defenestre del político hidalguense.
Alito se ha distinguido en los últimos años por su capacidad para la tranza y la trapacería. Es posible que haya sido menospreciado por propios y ajenos en sus capacidades para la maniobra y el agandalle, actividades en las que ha demostrado ser un priista destacadísimo. Su capacidad para el cinismo llega a niveles sorprendentes en su propio partido. Haberlo subestimado ha tenido costos para los que lo han hecho, tanto sus compañeros del PRI como sus contrapartes de otros partidos en mesas de negociación. La manera en que operó la salida de Osorio Chong fue sorpresiva por lo rápida y fulminante. Se sabía que algo acabaría ocurriendo en esa relación que era pésima, pero cualquiera hubiera esperado a que sucediera después de las elecciones en el Edomex para ajustar cuentas y cosas por el estilo. Pero no, para el señor Alito era más urgente mandar la señal de que con él no se juega.
¿Qué pasará con Osorio Chong? No lo sabemos. Ayer circuló la información de que se tenía que quedar en la bancada priista, pues, de cambiarse a otra, sería automáticamente expulsado del partido. Y ese gusto no piensa dárselos el exsecretario de Gobernación a sus –esos sí– enemigos en el partido. Podrá hacerles medianamente la vida de cuadritos a algunos en su bancada y al líder del partido que contestará con delaciones públicas, revelación de documentos o conversaciones. El pleito en el PRI no ha culminado con la decapitación del senador Osorio Chong. Muy posiblemente apenas esté comenzando.
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