Como fue público en Twitter, estuve involucrado en un asunto de dimensiones desproporcionadas. Confieso que no pensé que lo que tenía la intención de ser una broma, un chistorete –un disparate, han dicho algunos–, terminara siendo una causa política para los pejefans.
El tema fue que, a través de Change.org, hice una solicitud para que se expulsara del país al nefasto John Ackerman por servir a los intereses del gobierno ruso. Los llamados ‘chairos’, cuya estupidez puede ser de una solemnidad pavorosa, lo tomaron en serio y contestaron rabiosos como si eso fuera posible. Hicieron acopio de indignación y se dejaron caer con sus habituales insultos en número asombroso. Debo decir que algunos de ellos tienen buen sentido humor y también hicieron una solicitud en Change.org, solicitando mi expulsión del país “por pendejo”. Se pusieron felices y votaron muy alegres. Me voltearon la broma. Las cuentas ayer en la tarde arrojaban una verdadera madriza: mi expulsión llevaba casi 20 mil firmas y la del agente ruso-americano John Ackerman, cuatro mil. Ni hablar, al que le gusta polemizar, como a mí, sabe que unas se ganan y otras se pierden: en términos numéricos es claro que me dieron una arrastrada (un resultado paralelo es que le dimos en la madre a las solicitudes de Change.org o evidenciamos que pueden ser una verdadera vacilada).
Sin embargo, no creo que los resultados en términos políticos sean muy buenos para el equipo de AMLO. En primera, porque se pelearon con alguien que no compite para ningún puesto contra su líder o su partido. Un personaje menor de la política y la comunicación, como yo, sin militancia y cuyo alcance en sus textos y opiniones es muy limitado comparado con el del Peje y algunos de sus colaboradores y seguidores. Mi cuenta en Twitter tiene apenas 32 mil seguidores. Frente a las de algunos de los defensores del Peje, no son nada. Bien dice la canción: “no te hagas de enemigos que no estén a la altura del conflicto”. A saber por qué pensaron que yo valía la bala. En segunda, se equivocaron porque, si bien el tema ha estado en la mesa y ha sido tratado con seriedad, por mencionar un par de casos por León Krauze, en El Universal y Fernando García Ramírez, en EL FINANCIERO, lo hicieron enorme en las redes, toda una bola de nieve. Los números que arroja el caso de las solicitudes no mienten: más de 12 millones de impactos sobre el tema. No es poca cosa. Así que quienes no sabían del asunto, aunque ya lo había repasado la comentocracia, ahora lo saben. El asunto Rusia-AMLO está en la conversación pública (y no lo digo por mis tuits). Tanto les preocupa el asunto, que el propio Ackerman lanzó un video patético en el que quiere parecer simpático. Andrés Manuel grabó otro video de chiste, en su nuevo papel de ‘simpatías’, tratando de minimizar el caso. Si les parece que es un invento, ¿para qué contestan una minucia?
Hay quienes creen que éste es un tema sin importancia. Sin embargo, la intromisión rusa ha sido conversación pública muy relevante en Estados Unidos y Francia. No es ningún chiste.
Por otro lado, una vez que admito públicamente mi derrota, espero que disfruten su triunfo porque ya tienen encima otros de los típicos problemas que fabrica la gente de López Obrador, o él mismo, y que le hacen dañar sus propias campañas.
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