El voto y el “te lo dije”

Votar puede ser querer un cambio, preferir a este sobre aquel, o incluso creer decididamente que una persona puede hacer algo no hace al votante responsable de lo que haga el triunfador.


Voto y arrepentimiento


“Te lo dije”, es una de las frases favoritas del mexicano. Realmente nos representa. En ocasiones a falta de argumentos para convencer a otro o por la obcecación del interlocutor, es mejor hacerse a un lado y callar que seguir intentando algo que se antoja imposible. Es dejar las cosas al tiempo, que la realidad le muestre al incrédulo cuán equivocado estaba. Este tipo de actitud, la espera para el momento del “te lo dije”, normalmente va de la mano de otra serie de frases que acompañan el coraje: “ya verás, que con la frente te darás”, “la vida es una rueda de la fortuna y a veces estás arriba y otras abajo”, “nadie experimenta en cabeza ajena” y cosas por el estilo. En el fondo lo que anhelamos es que, al necio, al otro, al que no nos hizo caso, le llegue la fatalidad –mientras más grande e irremediable, mejor– para presentarnos con nuestra sonrisa de entera satisfacción a decir las palabras que se convierten en látigo: “te lo dije”. No importa a quién, pero mientras más cercano, mejor. Poder señalar con el dedo al hijo, la pareja, la amistad, el compañero, el “te lo dije” siempre da un aire de superioridad y refuerza el amor propio.

Esto viene a cuento por un par de artículos de Jorge Zepeda Patterson la semana pasada. En uno de ellos, el escritor –que ha jugado de manera inequívoca en la defensa del presidente hasta la semana pasada–, hace públicas algunas decepciones que le ha provocado el ejercicio de gobierno de la 4T y, más que eso, el liderazgo del presidente. En ese texto –“¿López Obrador en el punto de no retorno?”, El País 20/05/20– lamenta que “la borrachera del poder” haya querido otra cosa y desviado el rumbo original del proyecto. Ve como punto de descomposición, política y personal, el que López Obrador hubiera emitido aquella frase: “yo ya no me pertenezco”. El escritor abunda en las fallas que la realidad arroja, los pleitos, cada vez con más sectores, que el presidente se empeña en sostener, y asegura dónde se generan los desencuentros: “la soberbia. La simple y llana convicción de creerse que es más sabio que todos los demás, y ufanarse de ello con el aplauso de su caterva de zalameros”.

El texto es impecable. Combina la reflexión personal, con la crítica reposada a un líder en el que millones pusieron sus expectativas. A Zepeda le llovieron señalamientos: “te lo dije”, “arrepiéntete”, “ahora te jodes pero ya nos pasaste a joder a los demás” y cosas por el estilo. El voto de Zepeda como causa de todo. La verdad, no veo por qué alguien se tenga que arrepentir de su voto y mucho menos hacer el espectáculo poco edificante de hacerlo público en una suerte de expiación morbosa. Creo que los votos normalmente traen desilusiones. Las entregas a los líderes, más aún. Votar puede ser querer un cambio, preferir a este sobre aquel, o incluso creer decididamente que una persona puede hacer algo no hace al votante responsable de lo que haga el triunfador. Cada quien decide hasta dónde acompaña al victorioso. Exigir la negación es un sinsentido propio del ambiente en que vivimos. Igual pasa con los críticos de AMLO, uno dice algo y te dicen que prefieres la corrupción y descomposición de antes.

En otro texto (Nunca me digas “te lo dije”, El Siglo 24/05/20), Zepeda reclama la tergiversación de su texto por parte de los adversarios de AMLO y subraya que volvería a votar por AMLO si las opciones fueran Meade y Anaya (no olvidemos que la parte contraria del mexicano “te lo dije”, es “lo volvería a hacer”, para negar cualquier razón al otro, incluso ante cualquier evidencia). Va a estar difícil que se lo dejen de decir. López Obrador y su gente no hicieron más durante año y medio que decir: “ahora dilo sin llorar, ponte vitacilina, ya no regresarán, nos los vamos a chingar”, “están ardidos”, “pero antes no decías nada…” Si bien la respuesta a Zepeda no es la correcta, sí es la esperable dado el entorno. Las ofensas de uno y otro lado, el ambiente público crispado son quizá el único logro tangible del presidente en palacio.

 

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