Hay que quitar a Marko Cortés de la dirección del PAN, tomar medidas y poner a una dirigencia fuerte, creativa, que dé la cara y la batalla que los ciudadanos esperan dar con el partido.
El PAN tiene una oportunidad de oro para mostrar a la ciudadanía su intención de cambiar, sus ganas de encabezar a la oposición y de retomar el rumbo del país. El panismo no ha logrado sacudirse la estrepitosa derrota de 2018 y las secuelas de la división que viene arrastrando por lo menos desde hace 15 años. Incluso la victoria en la CDMX en los comicios de este año, que dejó gran satisfacción en la ciudadanía, no les permitió cicatrizar las heridas, enfrentarse a sí mismos y mostrarse diferentes. Al contrario, durante el proceso electoral abundaron las sombras de los pleitos intestinos cada vez más rudos, como el caso de Chihuahua, en el que el entonces gobernador panista quería meter a la cárcel a la candidata panista. La verdad es que las cosas han seguido igual. En el Senado, el líder de los panistas hizo un acto de adhesión con la ultraderecha española y nada pasó. Vino el cambio de dirigencia y aparte de quien buscaba la reelección, Marko Cortés, los dos otros participantes en el proceso tuvieron que declinar porque no alcanzaron a cubrir la cuota de firmas que les solicitaron. Ni siquiera juntos las alcanzaban. El señor Cortés junto más del triple. Como en los tiempos en que el PRI arrasaba con todo.
En el ambiente de la opinión pública hay un consenso generalizado: la inutilidad de Marko Cortés como líder de la oposición. Pocas veces se ha visto a alguien tan pusilánime al frente de una organización que se supone combativa. A la mejor el dirigente panista podría destacar en el área de contabilidad o en la de recepción, pero a la cabeza de un partido político parece que fue una mala broma del destino para evidenciar sus patéticas limitaciones. Todos tenemos las propias, hay que admitirlo, pero en este caso se lleva por las patas a un instrumento absolutamente necesario para la ciudadanía como lo es ese partido político.
La grabación en la que Marko Cortés admite que el partido perderá todas las elecciones del año que entra, salvo Aguascalientes, es una muestra más que evidente de cómo están las cosas en ese partido. El líder, que se supone es el gran motivador de una organización partidista, es el primero en deprimir a la militancia al justificar que ni el esfuerzo vale la pena hacer ya que está todo perdido. Y eso de que Aguascalientes está ganado, está por verse, porque son capaces de pelearse y, como resultado, perder, lo que ya ha pasado varias veces.
No se trata de motivar un pleito, sino de aprovechar una oportunidad: hay que quitar a Marko Cortés de la dirección del partido, tomar medidas y poner a una dirigencia fuerte, creativa, que dé la cara y la batalla que los ciudadanos esperan dar con el partido. Es momento de que se junten los liderazgos de ese partido: gobernadores, senadores, diputados, consejeros, los que sean necesarios para tomar una decisión acorde a los tiempos. El PAN es demasiado importante como para que se pierda en sus pleitos burocráticos que nada más lo harán rezagarse.
Insisto: no se trata de que se genere una crisis, sino de salir de una. En las mujeres panistas pueden encontrar quien lo encabece con arrojo y dignidad; en los gobernadores panistas, también. La solución está en el PAN mismo. Es momento de que retomen aquello que decía Castillo Peraza cuando quería dirigir al partido: apostar por sí mismos. No se ve que tengan otra oportunidad en el futuro cercano.
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