Otro de Zweig

Stefan Zweig, escritor notable y prolífico, publicó famosas biografías –como la de María Antonieta o la de Fouché– y también se interesó por pasajes de la historia, algunos de ellos contados en su libro Momentos estelares de la humanidad, así como novelas y artículos. Un libro que se ocupa de una interesante disputa que sostuvieron Sebastián Castellio y Juan Calvino hace ya algunos centenares de años. El libro toma relevancia por su actualidad política en la que el fanatismo, las imposiciones y la eliminación de la arena pública de quien piensa diferente comienzan a ser la norma. Castellio contra Calvino, Conciencia contra violencia (ed. Acantilado) se titula este volumen al que vale la pena asomarse. Aquí unos subrayados (algunos les sonarán inquietantemente actuales y nacionales).

“Farel pertenece únicamente al tipo del revolucionario incansable, y aunque dotado, con su ímpetu y fanatismo, para derribar un viejo orden –es decir, para la afrenta–, no está llamado a fundar uno nuevo, no es un organizador. Es un agitador, no un constructor. Capaz de provocar un enconado asalto contra la Iglesia de Roma, de azuzar el odio de las masas insensibles contra frailes y monjas, de destruir con la rabia de su puño las tablas de piedra de la vieja ley, ante las ruinas se queda desconcertado e indeciso, Y ahora que en el lugar de la desbancada religión católica es necesario establecer en Ginebra un nuevo dogma, Farel fracasa por completo. Siendo como es un espíritu puramente destructivo, sólo sabe crear un espacio vacío para el nuevo, pues un revolucionario callejero no puede realizar nada espiritualmente constructivo. Con la destrucción, su misión ha finalizado. Para ocuparse de la reconstrucción, ha de surgir otro”.

“Durante toda su vida, a este exaltado nada le resultó más ajeno que contemporizar. Calvino no conoce el camino intermedio. Sólo conoce un camino: el suyo. Para él únicamente existe el todo o la nada. La autoridad completa o la completa renuncia”.

“Este hombre exageradamente comedido en su vida privada califica a los principales humanistas y teólogos de su tiempo de serpientes que silban contra él, de perros que ladran, de bestias, rufianes y siervos de Satanás”.

“El exilio, la prisión, el destierro, nunca suponen un obstáculo para los grandes revolucionarios, sino únicamente un estímulo para su popularidad. Para ser idolatrado por la masa es necesario haber sido mártir, y precisamente la persecución por parte de un sistema odiado procura al líder popular la condición anímica previa para su posterior y decisivo éxito entre las masas, pues con cada prueba la aureola del futuro líder se acrecienta ante el pueblo hasta alcanzar el plano místico”.

“Una tiranía dogmática surgida de un movimiento en pro de la libertad es siempre más dura y más severa con respecto a la idea de libertad que cualquier poder hereditario”.

“Las consignas, los pretextos, cambian, pero los métodos de la calumnia, el desprecio y el exterminio son siempre los mismos”.

“Desde que comenzó el mundo, todos los males han venido de los doctrinarios, que, intransigentes, proclaman su opinión y su ideario como los únicos válidos. Esos fanáticos de una sola idea y un único proceder son los que, con su despótica agresividad, perturban la paz en la tierra y quienes transforman la natural convivencia de las ideas en confrontación y mortal disensión”.

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