La marcha del domingo no cayó en el vacío. Tuvo respuesta donde se esperaba: la Presidencia de la República. El enojo del presidente es notable. Ha superado los arranques de rabia que manifestaba periódicamente desde hace meses y se ha convertido ya en una constante. Le han quitado algo que le pertenecía: la calle, la protesta.
Por supuesto la respuesta del presidente fue desmedida, un verdadero berrinche, otro arranque de coraje y, como siempre en él, un desplante de macho retador. Hará su evento de apoyo a él mismo y será encabezado por él. Padrísimo, gran plan. Seguramente llevará una pancarta con alguno de los siguientes mensajes: ¡viva yo!, ¡todos conmigo!, ¡no estoy solo, estoy conmigo!, ¡AMLO a la Presidencia! ¡AMLO, amigo, el presidente está contigo!
Las marchas normalmente son para protestar, para hacer reclamos a la autoridad. Los autoritarios, los dictadores son los que organizan desfiles en celebración de sí mismos. Así era en tiempos del PRI viejo, en el que estuvo López Obrador muchos años: la CNOP, la CTM salían a corear apoyos al presidente en turno con pancartas y camiones; ahí empezaron los acarreados, las tortas y refrescos en pago. No es extraño por tanto que el presidente organice su evento multitudinario para terminar ese día preguntando al espejito quién es el más bonito, el que más convoca.
Entonces no es marcha, es desfile. Por lo tanto, veremos pasar bien formados al contingente de gobernadores, al de diputados, al de senadores; también estará el contingente de los beneficiados y los contingentes de las dependencias gubernamentales con pancartas que digan, ¡gracias, jefe! Estará seguramente desperdigado el grupo de las corcholatas y los diversos grupos de Morena: ¡radicales, presente! ¡Ni un paso atrás, alteza!; el de los auténticos morenistas: ¡basta de reformas, queremos revolución! ¡A fondo con ellos! Y, claro, pues siendo un desfile no podrán faltar los que son el corazón y alma del gobierno lopezobradorista, el centro de todas las ocupaciones y atenciones: los militares. Así que veremos desfilar a un grupo de generales con su manta que diga: “con AMLO menos valor, pero má$ valore$, gracias comandante”.
Lo cierto es que no nos debería de llamar la atención la respuesta del presidente al éxito de la marcha de sus odiados adversarios. Él sabe perfectamente el efecto multiplicador que puede tener ese evento en un espectro del electorado que se encontraba alicaído y del cual él se mofaba de manera sistemática. El ánimo, la capacidad de movilizarse con mensajes o de ya salir a la calle sin temor alguno, trascender las redes sociales y expresar un clamor, son cosas que ha conseguido la marcha dominguera. Y que el presidente decidiera contestar con su desfile, tiene sentido. Va por la revancha, a demostrarse que no está enfermo ni disminuido sino en plena forma, listo para la pelea. Viéndolo bien es conmovedor. El hombre está solo. Nadie a su alrededor, lo que por supuesto incluye a las corcholatas, tiene el poder de convocar aunque sea la cuarta parte de lo que él hace –sin acarreados–, lo que debe ser preocupante, pues en poco más de un año su proyecto estará sujeto a rechazo o ratificación. Por lo pronto, la liga del ambiente político se tensa. Si alguien pensaba que esto estaba polarizado, espérese a lo que viene.
Y recuerden: si la organiza el gobierno no es marcha, es desfile.
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