Desoyendo los consejos presidenciales de tomar agua de coco y las propiedades del jugo de caña y el de piña miel, la población se ha entregado al trago de manera escandalosa.
Dejemos por un momento a la 4T. Si bien es cierto que es un gobierno preocupante y agobiante, también lo es el encierro en que vivimos, no exento de revelaciones, preocupaciones, reflexiones, pero con un solo anhelo común: que llegue ya el día en que podremos salir. Como se ha dicho por ahí, quizá la nueva normalidad no resulte ni normal ni nueva, pero, por lo pronto, imaginemos qué cosas serán necesarias en el futuro inmediato; en los días ya de libertad qué negocios se pondrán de moda:
Agencia de divorcios. En efecto, la pandemia ha desatado una convivencia inusual entre cónyuges. Las mujeres extrañan la hora en que se largue el marido aunque sea con sus “amigotes”. La permanente presencia masculina ha obrado en contra de su aceptación. Las esposas ya no aguantan sus chistes estúpidos, su pasión por estar en la pantalla del teléfono como si fueran pubertos, riéndose solitos de alguna idiotez. Las mujeres sueltan lágrimas de tristeza al ver lo que hicieron de su vida al contraer matrimonio de manera inocente con quien ha tomado el encierro como un eterno partido de futbol con una chela, o de a tiro un trago fuerte, en la mano viendo la tele, una serie policiaca o el mundial de 1962. Por su parte los hombres, que solícitos ofrecieron su cooperación total desde el inicio del encierro, han visto convertida su buena voluntad en simple y llana esclavitud. Quienes ofertaron de manera genuina y altruista sus buenos oficios culinarios, que se usaban normalmente algún fin de semana, se han convertido en simples lacayos. Por supuesto, las buenas formas se han perdido durante el encierro, es entendible que se haya perdido esa zona de tolerancia que daba la intermitente distancia, así que desde un principio las señoras fueron claras: “si vas a cocinar también lavas”. La humillación ha llegado a las redes sociales, pues los hombres que gustan de subir sus modestos logros en la cocina (incluida la lavada de trastes), son tachados por sus cónyuges como “esperancitos”, en un desplante de sarcasmo, odio y desprecio. Los divorcios están a la vuelta de la esquina.
Consultorio siquiátrico. Es obvio. Como en Palacio Nacional, que es una clínica sui géneris, en todas las casas se han desatado comportamientos de terror, pánico, súbita alegría, romanticismo, arrojo criminal, se planean parricidios, e intentos suicidas. Se han derrumbado los comportamientos falsos por el Zoom. Los padres de familia no toleran las tareas escolares, no solamente por la cantidad que les dejan a los estudiantes sino porque no entienden nada de las tareas. Todo se ha reducido a un pleito constante con los hijos y a una irritación mayor con las escuelas, que siguen cobrando las colegiaturas con la bendición de ya no encargarse de los niños. Y los padres que tienen adolescentes y jovencitos han visto alarmados cómo éstos viven sin necesidad de expresar más de tres palabras al día. Muchos se preguntan si sus hijos saben hablar. Las aprehensiones atacan a la pareja de distintas maneras. La mujer cuando oye “mi amooor” , simplemente se dice, mientras le sube la rabia, “ahora qué no encuentra este gordo imbécil”; el hombre es presa de niveles de angustia insospechados cuando se sirve un trago, siente de pronto la presencia de su mujer y le oye decir las tres palabras que desatarán una tormenta: “tenemos que hablar”. La locura acecha.
Clínica antialcohol. Desoyendo los consejos presidenciales de tomar agua de coco y las propiedades del jugo de caña y el de piña miel, la población se ha entregado al trago de manera escandalosa, como si la pandemia fuera una versión extendida de Semana Santa. Organizan carnes asadas todos los días, piden de comer, ya se acabaron las cervezas y es lo único que en verdad les ha indignado. Ya alcoholizados, invitan a los vecinos. No importa si hacen yoga o deporte, en la tarde ya están a medios chiles, listos para el Zoom con la familia o con los de la prepa y se bebe como en boda frente a la computadora. Oceánica hará su agosto.
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