Eduardo Caccia es un consultor de empresas y publica textos en Reforma sobre lo que pasa en el mundo y cómo podemos aprovechar para cambiar nuestro entorno y ser gentes de bien.
Eduardo Caccia es un consultor de empresas. Una suerte de preacher del cambio empresarial. Hace algunos años se hizo famoso en los medios un individuo similar a don Eduardo: Miguel Ángel Cornejo. El hombre daba consejos para alcanzar la excelencia, para triunfar en la vida, los negocios y el amor. Llenaba auditorios y era exitosísimo tal y como su guía proponía. Después desapareció, como suele suceder con el éxito y con la gente excelente. Caccia es algo similar. Publica textos en Reforma sobre lo que pasa en el mundo y cómo podemos aprovechar para cambiar nuestro entorno y ser gentes de bien. Como buen predicador siempre deja caer algo de moralina en sus sermones dominicales y normalmente busca ejemplos que lo hagan quedar como un profundo conocedor de algún tema: “El efecto Jung-Korsakov”, o las apasionantes vivencias de quién sabe quién –de preferencia alguien con apellido europeo– o el DNA de las empresas y cosas por el estilo. Un gurú de la excelencia, de la calidad, para unos. Un charlatán para otros.
Este domingo publicó su texto en Reforma y agregó a su nombre un sobrenombre: El Cachas. Se trató, por supuesto, de un intento de empatía porque su texto estaba dirigido a “los carnales”, a los que “toman camiones” para ir a “ganar el chivo”. Su escrito era un llamado a la clase trabajadora, a los votantes de AMLO, para que se dieran cuenta de que estaban mal y de que tenían que votar por la oposición, que López Obrador es dañino y que es mejor actuar de una vez, además de no odiar a los empresarios, al contrario, agradecerles que tienen empleo aunque tengan que tomar camiones, pero que son “buena onda”. El Cachas hace un intento verdaderamente patético por parecer simpático, cuando en realidad es un texto discriminatorio, profundamente peyorativo, pero que, paradójicamente, refleja el desconocimiento de esos gurús, a tres años de ocurrido, sobre el porqué del triunfo de López Obrador.
El Cachas seguramente tiene a su alrededor clientes, vecinos, “gente del club”, que le admiran sus lecciones y que consideran brillante lo que escribe, particularmente su llamado a ésos que se hablan de “carnal”, los que tienen “jefecita”, los que votaron por López Obrador porque abrigan algún tipo de rencor. Es parte de nuestra desgracia política: al discurso de odio de AMLO se le opone la frivolidad y la mofa social de tipos como Caccia.
Hay que decir que El Cachas no está solo, claro que no. Encontró decidido apoyo –seguro son “amiguis” y no “carnales”– en Gustavo de Hoyos, que algún tiempo dirigió la Coparmex y que añora ser político, presidente o figura pública, pero al parecer no ha podido. A don Gustavo le pareció una genialidad el escrito de su “bro” y tuiteó alegremente invitando a los empresarios a que tomaran el texto como modelo para “codificar el mensaje” y convencer a sus trabajadores. Tal para cual.
Ayer en este periódico Salvador Camarena (El Financiero, La suerte está echada 25/05/21) se ocupó también del dúo dinámico de la derecha empresarial. Para Camarena, en términos discursivos, el presidente había ganado la elección. Eso está por verse, porque no solamente existe el discurso del Cachas y De Hoyos, hay gente que hace campaña en las calles con otros mensajes sin necesidad de pisar a los demás. Porque incluso AMLO, que habla sencillo, que se la pasa diciendo ocurrencias, ni siquiera él se pone a imitar a la gente para entablar comunicación. Hasta para ser demagogo hay que tener una pizca de inteligencia.
A saber cómo codificaron el mensaje de Caccia los amigos de De Hoyos. Pero no necesitan mucho para darse cuenta que se trata de un mensaje de desprecio y de burla a quienes él considera que llevaron a AMLO al poder.
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