La aplanadora del odio

La aplanadora del odio seguirá avanzando conducida por el presidente. Pronto, cuando no queden opositores de relevancia, ni periodistas contestatarios, la planadora se dirigirá a sus correligionarios y acabará con ellos también.



Si la fe mueve montañas, el odio puede mover países enteros. El odio es el motor para muchas personas, es su motivador y les funciona como combustible en lo que cumplen sus metas y venganzas. Los tiranos son grandes odiadores y parte de su trabajo consiste en sembrar y esparcir el odio entre los ciudadanos. Nada mejor que la división y el encono para lograr la eliminación del adversario.

Este fin de semana el presidente nos dio una clara muestra de que él es un profesional del odio. La transformación del país, su compromiso con los más pobres, sus intenciones de cambiar la vida pública, y hasta sus informes del estado de la nación, son solamente una pantalla que pretenden ocultar su verdadero motivo: el odio y su ejercicio en contra de aquellos a quienes detesta, aquellos que él siente que en determinado momento de su vida le hicieron daño. Se ha vengado de todos y cada uno.

Se tardó casi quince años, pero le llegó el momento de ver a Calderón derrotado. Nada lo ha hecho más feliz. Interrumpió su descanso para burlarse y mofarse del expresidente que no logró el registro de su partido. Habló de justicia divina, se entiende que él es beneficiario de la justicia que se imparte desde el cielo porque él no es de este mundo, y llegó hasta la carcajada al recordar a un exfuncionario preso. Resulta un poco espeluznante ver a ese viejito en una mecedora exudando rencor y contando las afrentas con las que carga y saber que es nuestro presidente. Constatar que preside el país un niño incapaz de controlar sus emociones, no resulta muy grato. Se entiende que le diera mucho gusto el declive de su enemigo, pero que no pueda ocultar sus reacciones es preocupante. Ya sabemos que su pecho no es bodega, es un depósito de odio y veneno.

La venganza del presidente contó además con aliados insospechados como lo son algunos de los consejeros del INE. Nadie puede decir, por ejemplo, que Lorenzo Córdova obedece al presidente y fue el primero en aventar paladas a la solicitud del partido México Libre. Pueden no gustar sus decisiones, pero a Córdova no se le puede meter en la lista de la nómina ideológica o gubernamental y también ha sido blanco del veneno presidencial.

Por supuesto que lo sucedido es un golpe a la oposición y no por los personajes que lo lideran (creo innecesario recordar que soy hermano de Margarita y que no participo en su proyecto, pero ahí queda), sino porque es pequeña y para colmo, está toda peleada. Porque el odio también hace de las suyas de ese lado del problema.

Si el presidente tiene una aplanadora, la oposición tiene triciclos, pero se odian entre sí y prefieren que le vaya mal al del triciclo que al de la aplanadora. Calderón no es monedita de oro, pero es la voz más potente que tiene la oposición. Los herederos naturales opositores, que obtuvieron millones de votos en la pasada elección, Meade y Anaya, simple y sencillamente huyeron y deben contemplar con una risita nerviosa desde su cuarto, como se derrumba el edificio a pedazos. El PAN en su increíble carrera al vacío ya va en tercer lugar y el PRI sigue siendo una mala palabra. Quizá es momento de que se sienten y redefinan; quizá es momento de que Margarita y Felipe busquen otras formas de transmitir experiencia y ejercer sus liderazgos pues es sabido que el tribunal es una covacha corrupta que depende enteramente del gobierno.

La aplanadora del odio seguirá avanzando conducida por el presidente. Pronto, cuando no queden opositores de relevancia, ni periodistas contestatarios, la planadora se dirigirá a sus correligionarios y acabará con ellos también. Así lo muestra la historia de los odiadores: terminan demoliendo su propia casa.

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