Los pleitos en los partidos políticos son parte de la vida cotidiana. Una buena porción de su actividad interna está en la administración de los diversos problemas. La ambición es algo natural en un partido político y en la adecuada canalización de esas ambiciones puede radicar el éxito que buscan con los electores. Hay ambiciones por vocación, otras que simplemente pretenden llenar algún vacío o carencia, pero no debe llamar la atención la existencia y manifestación de esos legítimos intereses. Claro, mientras el partido tenga más poder, mayores serán los pleitos. Es el caso de Morena. Lo que estamos viendo es apenas el comienzo de lo que viene.
En realidad, la polémica en torno a García Harfuch ha sido el disparador de un conflicto mucho mayor. Se trata de la lucha por el poder. El candidato favorito a la CDMX de Sheinbaum es un pretexto para disputarle a la señora el bastón de mando que le dio el Presidente. Le quieren dejar el bastón y le exigen compartir el mando, cosa que cualquier político con dos dedos de frente, y Sheinbaum los tiene, se negaría a hacer. García Harfuch es el blanco de los dardos contra Claudia, es la manera de decirle que no es la heredera única del movimiento, que si quiere gobernar, primero tendrá que pedirles permiso. Ella lo sabe, los conoce y sabe también que si cede en algo le pasarán por encima en lo que sigue. El Estadio Azul es una de las formas del pleito en Morena. Fue un mensaje a Claudia de que la ciudad no es de ella sino de los que la operan y que su capacidad de hacer daño a la campaña presidencial no es poca cosa. Primero van por el policía, luego irán ella. Y la verdad es que en Morena ya sabemos que con tal de incendiar algo son capaces de incendiar su casa.
Los pleitos en Morena se van a multiplicar y a recrudecer. Hace un par de días la senadora Malú Micher renunció a Morena de manera airada. Es una senadora conocida por su capacidad, combatividad y talento político. Micher era parte de la campaña de Marcelo Ebrard. Su salida puede ser nada más la avanzada de lo que se viene. El propio Ebrard, que adentro de Morena vale dos cacahuates y cuyos detractores internos no se han detenido en canibalizarlo, afuera puede encontrar valor y refugio si se decide a hacer daño y cobrarse afrentas. La venganza también es un acto político.
Y tal y como pasa en la CDMX pasará en los estados en que Morena tenga candidatos competitivos. Será difícil contener los ánimos de quienes se sientan agraviados al no encontrar satisfacción para sus ambiciones. No solamente está el sabotaje, como se hizo en el Estadio Azul, también está la posibilidad de irse a otros partidos. El PRI y el PAN están en condiciones de recibir cascajo con los brazos abiertos con tal de hacerle algún daño a Morena. Se vale.
Gracias a Dios, a López Obrador le queda menos de un año en la Presidencia. Así que la rebatinga por cualquier parcela de poder puede alcanzar proporciones mayúsculas. Recordemos que no hay guerras más crueles que las civiles, que los pleitos familiares generan odios mayores y que el pleito por el poder suele ser a dentelladas. Compren palomitas.
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