Los pleitos sin fin en Morena son parte de la esperanza de la oposición para las elecciones de este año.
Los pleitos en Morena son la marca de la casa. El pleito no solamente es la actividad principal del partido, sino la característica que domina al presidente López Obrador y el distintivo del ejercicio de gobierno de la cuatroté.
Una de las consecuencias de tener una oposición de bajísimo nivel y que apenas empieza a dar unos pasitos es que los del poder, AMLO/Morena, no tienen con quién pelearse, lo que representa un reto mayúsculo para ellos que si en algo se han especializado es en el golpe, el cadenazo y el descontón. Ya quedó claro que de políticas públicas no tienen mucha idea –más bien ninguna– y no les queda de otra más que regresar a lo suyo, a su actividad fundacional: la bronca. El problema es que no tienen con quién. El presidente, a falta de oposición, inventa enemigos, proyecta fantasmas que le ayuden en su siembra de veneno. No otra cosa fue el patético espectáculo que dio López Obrador al mostrar una caricatura de Joaquín López-Dóriga, realizada meses atrás por uno de sus lacayos, para intentar denigrar a quien –supone en sus delirios– es culpable de los fracasos de su gobierno. Claro, a él le vende más golpear a López-Dóriga que a Marko Cortés que apenas lo conocen en el PAN.
El caso de Morena es todavía peor. No encuentran con quién sostener su persistente ataque de insultos y han tenido que recurrir al zafarrancho interno. Odiadores profesionales, cuando se agotan con los de afuera o ven poco éxito con sus agresiones, voltean a insultar a sus compañeros. Más aún si se trata de disputar candidaturas y posiciones de poder.
En días pasados hemos visto verdaderas zacapelas entre los militantes de Morena por las candidaturas. Y las seguiremos viendo en las siguientes semanas. El caso del ‘gringou locou’, John Ackerman, y su familia política es un claro ejemplo de defensa caciquil del poder. Indignado porque la candidatura al gobierno de Guerrero no favoreció a su familiar, el desquiciado conductor de Canal Once y que es el “bálsamo, la medicina y la inspiración” de la secretaria de la Función Pública, decidió revelar cosas que suponíamos en el partido oficial, pero que ahora él certifica. Al atacar la designación de Félix Salgado Macedonio (digno representante de Morena, pues se trata de un hombre primitivo, de conducta brutal y con fama de acosador de mujeres) como candidato a gobernador, Ackerman dice que se trata de “un quiebre histórico en el devenir de la cuatroté”, asegura que hay “sectores mafiosos incrustados en Morena, temerosos de perder sus privilegios y negocios”; dice que Félix Salgado tiene “denuncias de violación” y afirma que se trata de una “traición al pueblo de Guerrero”. Así pues, que según sectores de Morena, tendrán un acusado de violación como candidato a gobernador y que llegó a la candidatura como fruto de un proceso fraudulento.
En Michoacán, lo mismo. Cristóbal Arias se hacía ya con la candidatura cuando otra encuesta lo marginó y favoreció a Raúl Morón. Arias, que tampoco es monedita de oro, pues es público que hace años persiguió a su esposa con un cuchillo por las calles de Morelia, denuncia fraude en la elección interna, habla de imposición, que él llegará “tope donde tope”, pues sus seguidores no están “aceitados con dinero malhabido” y que no dará ni un paso atrás.
Los pleitos sin fin en Morena son parte de la esperanza de la oposición para las elecciones de este año. Que se deshagan entre ellos es la apuesta. Y seguramente se les hará realidad.
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