El cese de Santiago Nieto y su abrupta y todavía inexplicable renuncia dejó varios temas sobre la mesa de los asuntos públicos. Considero inexplicable su renuncia, porque había logrado con un solo gesto el apoyo que cualquier político desearía: todo el apoyo de la oposición, de la mayoría de los medios de comunicación y del conjunto, casi en su totalidad, de la comentocracia y la academia. Si prosperaba su caso, hubiera sido un fiscal respetado y apoyado como el que nunca ha tenido este país. Pero inopinadamente emprendió la nada graciosa huida.
Por supuesto, uno de los temas que dejó es la carencia de fiscales en nuestro país. Ya no tenemos fiscales en la titularidad de las dependencias, y la clase política no parece querer ponerse de acuerdo. Tampoco se debe tratar de estar todos de acuerdo. Uno de los grandes males que tenemos en nuestra vida política es la idea de tener todo por consenso, es una de las nefastas herencias del PRI. Tendrán que nombrar a alguien, aunque no les parezca a todos. Es inevitable (y ya vimos que el que tenía el consenso opositor no quiso).
Otro asunto en la mesa es el de las filtraciones. Nieto le echó la culpa a un medio de que le habían puesto palabras que no dijo. No le preocupó mucho en su momento, porque no apareció ninguna aclaración. Se hizo víctima de fake news.
Por su parte, el gobierno acusó, malamente desde mi punto de vista, a Nieto de filtrar información. Se entiende que un investigador no debe revelar el contenido de las averiguaciones por varias razones, pero una de ellas es para no entorpecer y obstaculizar su propia investigación. Puede ser que lo de Nieto, más que el problema de la filtración como tal, haya sido la revelación de información de datos de una investigación en la cual participan varios países, lo que vuelve más delicado el asunto. Que el fiscal electoral mexicano ponga en riesgo por su protagonismo la investigación más amplia de corrupción en América Latina, es una vergüenza. Aunque lo cierto es que mientras este gobierno no dé los resultados concretos sobre esa investigación, la falta de credibilidad está de su lado. Y decir que fue cesado por filtrar es ridículo, pues tendrían que correr a medio gobierno. Las filtraciones son parte común de la relación prensa-gobierno. Una buena parte de los grandes casos periodísticos de política están hechos de filtraciones. Baste nombrar el Watergate, que le costó la presidencia a Nixon.
Esta misma semana mucho se comentó sobre la fortaleza institucional en Estados Unidos por el avance de la investigación sobre la campaña de Trump y sus vínculos con Rusia. Claro, hacer una investigación sobre el presidente en turno no debe ser algo sencillo para ninguna agencia, pero en ese país es normal. Es parte de su fortaleza democrática. Pero ojo, no sólo se trata de las instituciones, sino del perfil adecuado de las personas. Que se sepa, el fiscal Robert Mueller se ha dedicado con esmero a su investigación, más que a salir en los medios. Esa también es otra diferencia y es que son las personas las que hacen funcionar, o no, a las instituciones.
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