El presidente toma el riesgo de decir tonterías y ocurrencias, las cuales son enormes y terminan por ser una tónica, un estilo propio: el disparate.
Hablar todos los días puede resultar contraproducente. Más si se hace como en el caso de nuestro presidente: todos los días por cerca de dos horas. A veces por si tiene otros eventos –aunque pareciera que su agenda pública se agota la mayoría de los días después de la mañanera–. El riesgo de decir tonterías y ocurrencias es enorme y termina por ser una tónica, un estilo propio: el disparate. A Fox se le criticaba duramente por las simplezas y a veces francas boberías que decía. Se le tachó de frívolo, ignorante, superficial y hasta de tener problemas mentales. Las mañaneras y apariciones públicas de López Obrador son foxismo puro.
En efecto, si hablar sin freno es un riesgo, el presidente lo toma, no importa, su pecho no es bodega, él no tiene nada que ocultar, nada que callar, por eso dice lo que le pasa por la cabeza sin ningún filtro. Por eso a veces alarma o provoca la carcajada, si no hay un límite puede pasar cualquier cosa. En tono de broma hemos comentado que a las mañaneras le hacían falta música en vivo para ser un programa de variedades que complementara su sección cómica y de consejos de vida. Bueno, en el reino del dislate, todo es posible y la música ha llegado en video a las conferencias del presidente. En una semana pidió una canción de Rocío Dúrcal y Juan Gabriel y la de Los caminos de la vida.
Los motivos para solicitar las canciones de su gusto, es decir, sus propias complacencias, varían. Las palabras que dijo antes de pedir Los caminos de la vida son de llamar la atención. Hablaba del COVID –la pandemia que sigue generando muertos e infectados todos los días en el país y el mundo– y de que ni modo, que no había que quedarse encerrados en la casa: “Tenemos que correr ciertos riesgos, como todo en la vida. Imagínense si no salimos porque nos puede pasar algo, nos vamos a quedar todo el tiempo ahí encerrados. No, debemos afrontar las adversidades, los caminos de la vida no son como imaginaba”. Dicho esto, uno entiende por qué ese mismo día organizó un evento masivo de decenas de miles de personas que se reunieron en el Zócalo para ver un espectáculo de luz y sonido. Justo en la semana en que se rebasaron los límites de contagios. Hay que tomar riesgos, ponte la de Los caminos de la vida. ALV. Acelérale, tómate otra, que la vida no vale nada; total, las cosas no son como pensábamos, están peores, súbele, dale fondo, que te valga madre; total, algún día te vas a morir, ¿no?
En la ceremonia de la fiesta-COVID que organizó en la Plaza Mayor dijo: “Ojalá todos hagamos el compromiso de la no repetición, de no repetir los mismo errores y horrores, pongamos fin a esos anacronismos, a esas atrocidades y digamos nunca más una invasión, una ocupación o una conquista, aunque se emprenda en nombre de la fe, de la paz, de la civilización, de la democracia, de la libertad o, más grotesco aún, en nombre de los derechos humanos”. Muy bonito el compromiso, la verdad. Pero como quién nos quiere invadir o conquistar y en nombre de qué. Digo, con el desmadre que es el país, la violencia del crimen organizado a todo lo que da, el sistema de salud depauperado, Pemex quebrada, una política energética que apuesta al carbón y la gasolina, un partido gubernamental que protege corruptos y pederastas, el gobierno asfixiado por la falsa austeridad, la ciencia en manos de mercachifles y el Ejército repartiendo juguetes y construyendo un aeropuerto mientras el presidente canta Los caminos de la vida. Me parece que debe haber pocos interesados en lanzarse a la nueva conquista del pueblo mexica versión 4T.
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