En México, las empresas extranjeras no tienen por qué ser defendidas por mexicanos. Que traigan a sus abogados, si quieren y a ver cómo le hacen para litigar.
Una de las debilidades del presidente de la República es la de insultar a las personas que considera enemigas de su proyecto y, por lo tanto, del país. Ya es conocida la satisfacción que le genera agredir a periodistas y a políticos. El hombre ríe y disfruta a plenitud soltando epítetos como si se tratara de un integrante de una de las porras futboleras de los Pumas o, peor aún, del América. El presidente no se detiene cuando se trata de soltar veneno; al contrario, es una de sus especialidades. Uno lo ve soltar carcajadas y sabe que fueron antecedidas de algún insulto.
Insultar tiene su chiste. Poner tono, acentuación, gravedad, puede ser importante para el auditorio. Hay que darse cuenta cuando el hombre más poderoso del país está de buen humor y sus palabras pueden ser traducidas en ocurrencias o gracejadas. Como cuando se acordó de la caricatura de Don Gato y del personaje Benito Bodoque. El hombre estaba conmovido al recordar algún momento de sus primeros años en que consumió productos del imperialismo yanqui que lograron cautivarlo. A muchos sorprendió ese momento de ingenuidad, en que el presidente mostró que también fue niño, que no nació viejo y amargado. Pero eso fue un detalle en medio de las avalanchas cotidianos de insultos y majaderías que suelta a borbotones. El presidente en ocasiones adquiere un tono solemne para que su agresión no pase desapercibida. El hombre tiene que mostrar que habla en serio, que realmente odia y detesta a determinadas personas, que desprecia lo que hacen y cómo lo hacen, que hay profesiones que le parecen malignas y personas que por pensar diferente son la encarnación de Belcebú.
Esta semana les tocó a los abogados. No a todos, claro. Las generalizaciones son injustas y el líder máximo de Morena lo sabe. Así que fue muy concreto cuando particularizó. Se trata de personajes de la más baja calidad moral que prestan sus servicios ¡a empresas extranjeras! Para el presidente, alguien que defiende los intereses de una empresa internacional es, verdaderamente, un asco de persona, alguien deleznable. Y si es abogado, pues peor, porque va a tratar de favorecer esos intereses por encima de los mexicanos. Para el presidente del país es una “vergüenza” que esos abogados trabajen para dichas empresas. “Son libres”, dijo al tiempo que deslizaba la amenaza: “Ojalá vayan internalizando que eso es traición a la patria”.
El asunto es claro: en México las empresas extranjeras no tienen por qué ser defendidas por mexicanos. Que traigan sus abogados, si quieren y a ver cómo le hacen para litigar. Trabajar para una empresa de otro país pervierte la pureza del mexicano y lo termina convirtiendo en traidor a la patria. Raza maldita la de los abogados que se aprestan a defender a las empresas que se instalaron en el país para “saquear” los bienes nacionales, para robar a manos llenas mientras los traidores mexicanos reciben cuentas de vidrio por ofrecer los tesoros de la nación. Con este episodio el presidente no hace más que recordarnos episodios dolorosos de nuestra vida nacional. Siempre los extranjeros abusando de la debilidad moral de unos cuantos mexicanos mal nacidos.
Que no haya equivocaciones: las empresas extranjeras son saqueadores, ladrones disfrazados de modernizadores, entidades que no merecen defensa. Y los abogados mexicanos que pretenden sacar ganancia, por medio de su trabajo, de ese descarado saqueo, son traidores a la patria. Que luego no se asusten.
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