La administración a cargo de Andrés Manuel López Obrador ha logrado ocultar gran parte de la verdad detrás de la muerte de Martha Érika Alonso y Rafael Moreno Valle.
Todo indica que la investigación sobre el accidente en que murieron Martha Érika Alonso y Rafael Moreno Valle tendrá resultados poco claros para la ciudadanía. La necedad de esconder las cosas, de no informar, el gusto por la opacidad, el miedo a decir la verdad, vencieron a este gobierno desde un inicio en este caso y un factor a tomar en cuenta fue la ausencia del presidente en el funeral de una gobernadora y un líder de la oposición. De ahí en adelante todo ha ido mal.
Para ninguna autoridad son sencillos de resolver este tipo de asuntos por el tema de la credibilidad. Todos quieren tener una investigación científica y contundente, pero al mismo tiempo creíble, y no siempre se puede. Asesinatos y accidentes como el sucedido en Puebla, que tienen que ver con personajes públicos siempre contarán con la duda de la gente respecto de lo que digan las autoridades. Si no hay involucrado otro personaje, un enemigo público, la gente no quedará satisfecha. En el imaginario –y en el ni tan imaginario– colectivo, las venganzas entre políticos pasan por la eliminación física, trátese del imperio romano, los Kennedy o los priistas. Así que en estas épocas en las que no es sencillo ocultar verdades, decirlas y buscar aprobación no es cosa fácil (Mario Vargas Llosa tiene una estupenda novela sobre ese tipo de asunto que deberían leer en el gobierno: ¿Quién mató a Palomino Molero?).
El presidente del PAN, desesperado por llamar la atención, por tener una nota, cometió la irresponsabilidad de decir públicamente que el hecho en que murieron sus correligionarios fue provocado. No sólo es irresponsable sino riesgoso porque se ve obligado a mantener esa versión para siempre, salvo que quiera quedar como mentiroso. Pero a la torpeza del panista le siguió la del gobierno federal que decidió reservar los audios del accidente. Esta decisión muestra diversos aspectos de las actitudes de quienes ocupan el gobierno. Entre ellas, claro, el miedo a la verdad, pero hay otras: la vocación por ocultar, el temor a la transparencia y la falta de control para cualquier asunto que les pueda generar una crisis de credibilidad. También revela que quieren manejar como antes, cuando se podía controlar toda la información y todos los medios. Creen que no existe el internet. No se dan cuenta que la falta de credibilidad es consecuencia de la mentira.
¿Tiene sentido ocultar lo que se va a saber? Pues por más que hay evidencias, no sólo en casos de accidentes sino incluso en las relaciones personales, no tiene ningún sentido, es simplemente aplazar la fatalidad. Pero este gobierno nuevo es viejo, piensa que lo mejor es ocultar lo que no se debe saber, que el rumor es mejor que la verdad, cuando en el fondo es más dañino.
La presión obligó al gobierno a revelar el contenido de los audios. Gil Gamés los exhibió en un tuit: “…ahora mal sin bien, ¿por qué querían resguardar durante cinco años la voz de un señor que dice once veces: 20:40:08 torre: Bravo Óscar November de torre. Gil no comprende”. Eso quería ocultar.
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