En afán de jugar el rol de la víctima más relevante del país, al presidente se le olvida que son las mujeres las víctimas.
¿Cuánto tiempo más veremos al presidente confrontándose abiertamente con sus adversarios? Muy probablemente todos los días hasta que termine su mandato. La necesidad de tener a su gente en pie de lucha lo obliga a estar todos los días en el frente de batalla. Es claro que él comienza las batallas con sus mañaneras, aunque no necesariamente él las acaba, algunas se quedan abiertas. Hablar todos los días de la manera en que lo hace el presidente, inevitablemente le genera problemas a él, a su gobierno, además de a quienes sean objeto de la acusación o la mofa presidencial en esa ocasión.
Resulta ocioso recordar los objetivos visibles del presidente: los conservadores hipócritas, la prensa fifí, etc… Los opositores, los adversarios (no tiene enemigos, porque él no odia, dice), los neoliberales desde la Colonia hasta hace año y medio y, por supuesto, su némesis: Calderón. Tiro por viaje, como se dice, la emprende contra periodistas: que si Hiriart, que si Riva Palacio, que Ciro, que Loret y los que se le ocurran, los que vienen siendo “sospechosos comunes”, siempre abanderado alguna intriga malévola, alguna pérfida maniobra, defendiendo lo indefendible, enseñando el cobre de la nómina que los mantiene, poniendo la cara por los más inconfesables, todos los días esparciendo veneno y reivindicando a su raza de víboras ¡Oh, malditos! Estos enviados del averno deben estar felices, pues no tienen más fiel seguidor que el mismísimo presidente de la República. En épocas en que el periodismo impreso está de capa caída en todo el mundo, el primer mandatario mexicano se la pasa leyendo columnas, comenta ocho columnas, imagina encabezados y fotos en los periódicos. Paradójicamente, parece ser que el presidente es el principal consumidor de prensa fifí en el país. La lee con pasión y la difunde con entusiasmo.
El presidente le apunta a todo porque cree que todos lo atacan. La acaba de emprender contra la denuncia de los feminicidios. Cree que todo el tema se trata de él y de su gobierno. En eso, como en otras cosas, se equivoca. La tragedia de las mujeres que son asesinadas, ya sea por sus parejas o por la delincuencia, se trata de ellas, de su seguridad, de poder vivir seguras, ya sea en la calle o en su propia casa. Pero el presidente denuncia, al respecto, “campañas de difamación, de distorsión” en la prensa, acusa manipulación, como si los casos conocidos no fueran verdaderamente alarmantes y aterradores. En afán de jugar el rol de la víctima más relevante del país, al presidente se le olvida que son las mujeres las víctimas. Esto nos deja en claro que a la lista de adversarios del presidente hay que sumarle un elemento más: la realidad, quizá la más necia y tozuda cuando se pone en contra de uno.
Por supuesto que también tenemos que mencionar otro adversario magistral del presidente: él mismo. No otra cosa fue el penoso episodio de hace un par de días en el que se refería a excremento. En lo personal debo decir que no me gusta que el presidente hable de las heces –haya votado por él o no es el presidente de mi país–. No celebro el sobrenombre que le pusieron, aunque entiendo que es un resultado de la feria de apodos que él mismo decidió comenzar. Es poco grato ver al presidente mezclado con esas palabras y ojalá salgan pronto de la conversación pública y todo quede en una mala y desafortunada anécdota.
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