Los ciudadanos no debemos dejar solos a los funcionarios de la SEP, concretamente la maestra Delfina y el señor Marx, en esta noble labor.
Era de esperarse. Cuando te dicen cómo tienes que vestir, qué debes consumir, cómo te debes comportar, qué debes saber de la historia, quiénes son los buenos y los malos; cuando te dicen lo que tienes que ver, lo que tienes que leer y escuchar, tardan poco en prohibir lo que no debes tocar, tener, ver, pensar o decir. En esa patética, pero peligrosísima tarea, se perfila la SEP. En los planes y programas educativos y los libros de texto, la dependencia pretende eliminar “palabras neoliberales” (El Universal 02/02/2022) y el responsable de la histórica labor es el señor Marx Arriaga. ¿Cuáles son estos vocablos tan dañinos? Ahí van unos: competencia, calidad educativa, sociedad del conocimiento, eficiencia, productividad. Nomás de leerlas, un frío recorre la espalda. El daño que han hecho esas palabras a la niñez mexicana ha sido incalculable. Los ciudadanos no debemos dejar solos a los funcionarios de la SEP, concretamente la maestra Delfina y el señor Marx, en esta noble labor. Debemos involucrarnos moralmente y también poner manos a la obra con sugerencias pertinentes. Desde nuestra humilde posición de súbditos del gran tlatoani de Macuspana propongamos la erradicación de más palabras neoliberales. Aquí unas sencillas, pero desinteresadas sugerencias.
Salinas. Esta palabra en sí misma encierra todo el mal que abarcó el neoliberalismo. Salinas debe ser una palabra proscrita. Ya nuestro líder en su conocida santidad había intercalado ese nombre maldito por el de “innombrable”. Pocos aciertos en la semántica nacional como ése. No hablemos ya del maldito, de la encarnación maligna, sino de la perversidad que representa.
Dinero. Es de vital importancia retirar esta palabra del habla nacional. El dinero, como bien lo ha dicho nuestro guía máximo, es una de las manifestaciones del demonio. Si el dinero siempre ha sido factor de envidia y recelo entre los seres humanos –entre los cuales se encuentran los mexicanos, no hay que olvidarlo–, eliminemos la palabra como tal y usemos algo que represente el daño que provoca el dinero. Podríamos cambiarlo por la palabra Peña. De esta forma, tal cosa costaría tres peñas o dos peñas. Uno pediría prestado cinco peñas y así recordaría que lo que pide es malo.
Gigoló. Palabra que recuerda uno de los oficios más nefastos del neoliberalismo que combinaba la frivolidad con el culto al cuerpo en una de sus formas más degradantes. Esta palabra y su significado queda desterrada. Atrás quedó la preocupación por la línea y la figura, la pulcritud, los buenos modales, el gimnasio y la loción. ¡Al carajo con esas superficialidades! Lo de hoy es la panza chelera, la proclividad por el pambazo y la memela. Eso garantiza “el ligue”, “el pegue” con el sexo opuesto, y recuerde, más que las palabras que ya no se dirán, lo importante es que “al parecer la señora tenga dinero”.
Trabajo. Nefasto vocablo como el que más. Llevado a niveles de idolatría durante la larga pesadilla neoliberal, “trabajo” significó como pocas veces en la historia de la humanidad esclavitud, explotación del hombre por el hombre. La palabra “trabajo” durante estas décadas implicó el triunfo del individualismo rapaz por encima de la sociedad en su conjunto. Además, el trabajo lleva al dinero y ya vimos lo que eso significa. Es una maldición por donde se le quiera ver. Por eso nuestro amado líder se desvive en su ejemplo para que no caigamos en esa nefasta palabra que en realidad es una invitación al egoísmo.
Usted lectora, lector, lectore salga de su individualismo conservador y proponga otras palabras para excluir.
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