Durante el evento de lanzamiento del FCN, una joven se acercó al presídium y reclamó que solamente había “viejitos diciendo obviedades”, que ella tenía treinta años y que ahí nadie representaba a los jóvenes.
Hemos hablado hasta la saciedad de la popularidad de López Obrador. Las preguntas van y vienen: ¿Por qué es tan popular si su gobierno es un desastre? ¿Por qué apoyan a un personaje autoritario y antidemocrático? ¿Les gustan los tiranos a los mexicanos, mexicanas y mexicanes? ¿Si es el peor que hemos tenido por qué les simpatiza tanto? ¿No se dan cuenta que es un político primitivo con marcados rasgos narcisistas? ¿Les gusta la destrucción, el desmantelamiento institucional? ¿Si este gobierno es poco menos que una tlapalería en quiebra, qué es lo que le aprueban? ¿El despliegue impúdico de su rencor, su ánimo revanchista? ¿Son sus mañaneras? ¿Su discurso ramplón? ¿Sus acusaciones a los corruptos? ¿Su incansable sonsonete sobre los conservadores y los enemigos del pueblo? ¿Es su sencillez, su carisma, lo que le da esa credibilidad? ¿Su apetito voraz? ¿Sus risotadas de tío en comida familiar de domingo? Cada quien se hace la pregunta que le gusta y escoge la respuesta que mejor se acomoda a su parecer. Creo que eso seguirá así lo que resta del sexenio, así que mejor sería hacerse otras preguntas, como por ejemplo: ¿Qué hace la oposición? A manera de respuesta a esta pregunta va este mosaico semanal de actividades opositoras.
Santiago Creel se lanzó a la Presidencia. El hombre que es todo diálogo y buenas formas, que durante su paso por Gobernación puso más de mil mesas de negociación sin llegar a nada, el político que siente que encarna la transición, aquel al que López Obrador describía en campaña como “un bombón”, ha dicho “yo” y ha dado un paso adelante. Como todo con él, el asunto salió medio desangelado, aburrido. Se apersonó a las afueras de Palacio, bastante lejos de la puerta, pues había vallas que le impedían pasar, y “exigió diálogo nacional”, a sabiendas que nadie se sentará a tomar en Palacio ni una agua de horchata con él. Lo importante es que Marko Cortés ya lo había destapado e incluso le encargó la elección en Aguascalientes –la única que el PAN puede ganar– como algo muy retador a lo que Santiago contestó, valeroso y arriesgado como es, que aceptaba la misión. Es el candidato de Claudio X y su banda, de los mausoleos del grupo San Ángel y de la burocracia panistoide. El charro güero une a todos ellos, agrupa y no divide, dicen. Claudia tiembla.
Marko Cortés anunciaba su “estrategia digital” que llegará “a cada rincón del país” (así dijo) para denunciar la destrucción lopezobradorista y publicaba una esquela por la muerte de un expresidente del PRI. Mientras tanto, ¿qué hicieron los más afamados gobernadores el PAN, Maru, de Chihuahua, y Mauricio, de Yucatán? Pues estaban en la fiesta, ¡en el Zócalo!, de López Obrador y se tomaron una foto, ¿con quién creen? ¡Con Sheinbaum y con Marcelo! El PAN avanza y va por todo.
En contraposición a don Claudio décimo –algo ha de significar esa X– surgió otro grupo opositor, otro colectivo. Se trata del Frente Cívico Nacional. Ellos no están de acuerdo ni con los partidos ni con sus mecenas. Son los mismos que estaban a la mesa haciendo una “gran coalición opositora” con Ricardo Anaya. La mayoría ha pasado por lo menos por dos partidos. Ahora plantean que los partidos políticos no decidan sus candidatos a la Presidencia sino que sean los ciudadanos, por medio de ese frente cívico, y no sólo eso, sino que todos los que participen en la contienda deberán formar parte de ese gobierno que no será de una persona. Es decir, la instalación de una feria del empleo. Durante el evento de lanzamiento del FCN, una joven se acercó al presídium y reclamó que solamente había “viejitos diciendo obviedades”, que ella tenía treinta años y que ahí nadie la representaba y que no había cabida para los jóvenes. Un éxito total.
Hasta aquí de flashazos opositores.
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