Admitamos que durante el neoliberalismo, esa negra pesadilla que se paseó por territorio nacional con su guadaña capitalista tres décadas, hubo cosas que funcionaban con normalidad.
El INE era una de ellas. La emisión del voto estaba garantizada. Incluso los mexicanos que votaban en el extranjero, con cumplir determinados requisitos podían hacerlo. Los debates que organizaba la autoridad electoral eran de primer nivel. Los participantes no se quejaban de la producción; el instituto daba la certeza de tener algo bien diseñado y ejecutado.
Ahora, lamentablemente, no es así. Los mexicanos en el extranjero están que trinan pues, por razones que sabe el INE, no podrán emitir su voto en las elecciones más grandes de la historita reciente. ¿Qué hará la autoridad electoral para garantizar que los mexicanos que cumplieron con los requisitos puedan votar como se les prometió?
Como ya comenté en este mismo espacio, el tema del debate dejó descontentos a todos, por lo que tuvo que ver con la participación de la autoridad. Veremos si en el segundo debate las cosas fluyen de mejor manera y se logra tener realmente un ejercicio útil para las candidatas, el candidato y los ciudadanos.
Sin embargo, lo que hay que hacer notar es que este tipo de asuntos, en los que la autoridad comete pifias que vulneran lo que ya se consideraba una normalidad en la vida democrática, dan al traste con la confianza ciudadana.
Para muchos, lo que sucedió en el INE tiene que ver con su chairización, esto es, el adaptarse a los modos de hacer las cosas de la llamada cuatroté, lo que significa improvisación, mala calidad, falta de transparencia, retrasos, utilización de materiales deficientes y una completa ausencia de compromiso con lo realizado. Esta serie de características sí son una marca del gobierno lopezobradorista. Lo que recién se inaugura se descompone, lo que supuestamente funciona lo hace a medias. Así tenemos refinerías que no refinan, flamantes trenes que suspenden su operación y un servicio de salud similar al de Dinamarca que solamente existe en la afiebrada mente del presidente.
Entiendo que las deficiencias del neoliberalismo, que son muchas y que varias de ellas generan enormes márgenes de desigualdad, para muchos no lleven a nostalgia alguna. Sin embargo, las tareas gubernamentales habían dado un giro positivo hacia la eficiencia y la productividad, lo cual redundaba en beneficios de los ciudadanos, que son los usuarios finales de los servicios gubernamentales (por supuesto que, para escándalo de la chairiza, esto podría redundar en elevar niveles de competencia, reforzamiento de un proceso de individualización y otros elementos nefastos para los proyectos de holgazanería de la cuatroté, cuya candidata ya descalificó el trabajo como una de las formas para tener un buen nivel de vida).
Desgraciadamente, lo sucedido en el INE –tan sólo con dos ejemplos: el debate y el voto en el extranjero– es parte de una práctica nacional en el servicio público y son los ciudadanos los que pagan por carecer de un servicio que ya tenían.
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