Para Felipe Calderón, que sabe de resiliencias, con el cariño y la admiración de siempre.
El juicio a García Luna en Estados Unidos fue de tal importancia para nuestra vida pública que ambos lados de nuestra polarización apostaban con vehemencia a una solución favorable. Ninguna de ellas tenía que ver con el individuo en cuestión. Para el presidente y sus fieles se trataba de un juicio a Calderón; para los antilopezobradoristas era la oportunidad de decir que este gobierno, y no otro, pacta con el crimen organizado. Así está nuestra vida pública –y no es queja–: unos que viven refocilados en un gobierno que concluyó hace una década y otros que queremos que se acabe esta pesadilla que parece que lleva un siglo. Veamos qué efectos tiene esto sobre algunos de los actores políticos.
Es claro que hay un gran perdedor en el ámbito político y es Felipe Calderón. El golpe es claro a su legado, en la que fue una de las políticas centrales de su gobierno. El juicio no fue contra su jefe de Turismo o algo similar, sino a quien encabezó la Policía Federal y era parte central en la lucha contra el crimen organizado. Así que el golpe es duro. Y aunque me parece que eso de ninguna manera lo disminuye como personaje político ni pone en entredicho su honestidad personal ni de sus planeamientos de gobierno, sí es un revés a sus resultados en la materia. Textos como el que publicó el domingo, mensajes con clara intención política, seguramente durante un tiempo caerán al vacío. Sus odiadores –que no adversarios– se ocuparán de mantener viva la llama de la venganza de manera constante. La política es así: nunca sabes cuándo te cobra algo ni de qué manera. No es el primer expresidente en recibir un duro revés tiempo después de su paso por el poder. Alguien en Palacio debería tomar nota.
En el caso del presidente López Obrador es más que claro que el tipo hará un mes de festejos, una suerte de carnaval alrededor de la decisión del jurado estadounidense. Seguramente él y los suyos disfrutarán enormidades con el veredicto del sistema de justicia norteamericano. Desgraciadamente, a nadie sorprende que el presidente viva en el pasado. Como si acabara de ser el proceso de 2006, él y sus secuaces festejan el golpe a Calderón. Sienten que los gringos –quién lo iba a pensar– les hicieron justicia poética. Vividores profesionales del agravio encontrarán enorme satisfacción en mofarse de un gobierno que acabó hace 10 años. Eso les da combustible para sus consignas y gritería.
Sin embargo, la decisión del jurado estadounidense de ninguna manera modifica el escenario sobre el que se llevan a cabo las decisiones públicas o el debate nacional. Una vez que el juicio en Estados Unidos concluyó, los asuntos nacionales ocuparán su lugar y seguiremos en el plan B, en los niños sin medicamentos, en los conservadores y la prensa y demás fantasmas del presidente. Él seguirá en el pasado y el fallo contra García Luna le dará gasolina para continuar en ese viaje a los años de su nostalgia que es el gobierno que encabeza.
En el tema de los precandidatos de la oposición y de los propios partidos, la verdad es que no hay ningún declarado calderonista ni nada por el estilo. Al contrario, algunos de ellos han sido abiertos críticos y antagonistas del michoacano. Así que no parece haber costo ahí, por lo que los festejos lopezobradoristas durarán menos de lo que se imaginan.
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