La ciudadanía unida es más fuerte que el propio gobierno.
La marcha del domingo dejó varias cosas positivas. Quizá el resorte original –marchar por un aeropuerto– no fue el correcto; pero los organizadores y, más que ellos, la gente dispuesta a participar fue poniendo diversas causas por las cuales marchar y cada quién se fue con la suya, como debe ser. Hay que decir que la asistencia superó todas las expectativas. Sin ser una cosa apoteótica, quedó muy lejos del fracaso que anunciaban sus detractores con provocaciones clasistas y el desprecio característico de quienes creen que los triunfos electorales son para siempre.
La oposición a AMLO tiene pies y es ciudadana. En estado de inanición, la oposición partidista a López Obrador no solamente es insuficiente y patética, parece que no se dan cuenta que el voto en efecto también fue contra ellos y no sólo a favor de López Obrador. La ciudadanía sabe que puede hacerse expresar sin necesidad de tener que pasar por esos institutos caducos en su forma de hacer política y con una escasa representatividad real. La marcha del domingo es la primera oposición genuina a López Obrador en estos meses y fue exitosa. Fue libre y sin partidos enfrente o atrás.
AMLO ha generado su propio anti. El triunfo aplastante en las elecciones parecía haber sumido en el silencio a quienes no gusta la opción que representa el próximo presidente, ya que atenta contra libertades y el diseño del desarrollo del país en las últimas tres décadas. Pero la propia retórica de AMLO y sus seguidores –que no han dejado de insultar a quien piensa distinto– han despertado un temprano antiAMLO que ya salió a la calle, incluso antes de que tome posesión como presidente.
Los insultos del presidente han calado. “Fifís, conservadores, privilegiados”… el presidente electo ha hecho del insulto, el discurso público para dirigirse a quienes no piensan como él, y que son millones de personas. Son agresiones verbales acompañadas de amenazas de políticas públicas, suspensiones de obras, descalificación de los procesos democráticos, despidos, recortes de sueldos… Hay un sector ciudadano no dispuesto a tolerar las majaderías del presidente electo, y lo ha hecho explícito. Ante los insultos salieron las pancartas: ni fifís ni chairos, simplemente mexicanos.
El ambiente está peor que en la campaña. No creo que haya sido del todo una estrategia (como todo lo que sucede en el equipo y las decisiones de la 4T están rodeadas de un enorme desorden), pero han logrado un ambiente ríspido en torno a quienes disienten del presidente. Se entiende que hay que mantener el ánimo de los propios, ¿pero echarse algunos millones en contra nada más porque sí? Los inevitables errores que cometerán en el gobierno serán vistos con lupa, criticados y amplificados, y ya hay un ejército de voluntarios dispuestos a hacerlo, cansados de la patanería presidencial.
Les quitaron la calle. La derecha se cuida mucho de salir. No es tan entusiasta de las calles como la izquierda. Sin embargo, tiene un límite y en esta ocasión se organizó fácilmente para tomar la calle. Más allá de las burlas simplonas y previsibles. Ganar la calle es el comienzo de una buena batalla política.
Los partidos no son canales adecuados. Ya ni para apoyar las ideas sirven. La sociedad se organiza al margen de ellos y solamente los necesitarán para la lid electoral. Parece que los partidos no son el canal adecuado en esta nueva época.
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