En su lucha por dejar de generar miedo, Andrés Manuel López Obrador hace y dice cosas que nadie se explica muy bien. Sus seguidores en la academia tienen que salir cada vez más a menudo a intentar explicar los dislates de su candidato. Al ser el puntero en las encuestas al tiempo que es el político más conocido del país, López Obrador encabeza también el concurso de ocurrencias en que generalmente se transforman las campañas. Cada semana aporta por lo menos un par con sus planes y opiniones.
Ya sabemos que las campañas son el momento de prometer todo por la vía de simplificar los retos y problemas del país. Todos los candidatos lo hacen, es uno de los ejes de cualquier campaña. Pero algo de mesura debe de haber entre lo que se anuncia y promete. Andrés Manuel es nuestro populista más exitoso. Le gusta decir que va a regalar dinero. La ayuda a los adultos mayores cree que se debe trasladar a quienes sí están en condiciones de trabajar y abrirse un lugar en la vida. López Obrador prometió dar 3,600 pesos a los jóvenes. A los conocidos como ninis les dará esa cantidad porque imagina que es más barato y mejor que conseguir fuentes de trabajo.
La semana pasada presentó al grupo de personas que formarán su gabinete. No se entiende bien por qué lo hizo. Faltan más de seis meses para las elecciones y AMLO ya le puso reflector a gente que ni siquiera conocíamos. Sí es importante saber de quién se rodea alguien que quiere gobernar el país. Los cercanos también hablan del líder, son parte de sus expresiones públicas, por eso preocupan los odiadores que lo rodean. Por experiencia personal conozco bien las crítica e insultos que se dedican a familiares que comparten la actividad política con alguno de los suyos. Los seguidores de Andrés Manuel –sobre todo quienes están en medios de comunicación– son particularmente incisivos en este aspecto. Tratan a las familias como pandillas, como si fueran grupos de delincuentes. Hacen del parentesco una suerte de delito. Pero aprendieron bien de su líder a criticar y denunciar en los demás lo que son incapaces de hacer en la práctica o señalar como desviación en las acciones de su candidato.
Como todos sabemos, tres hijos de Andrés Manuel: Andrés, Gonzalo y José Ramón, trabajan como dirigentes de Morena y presiden comités estatales de ese partido. Ningún señalamiento de los leales y de los periodistas adictos al eterno candidato; no fuera otro político el que tuviera a sus familiares en el partido que preside, porque la furia lopezobradorista caería sobre él. Lo mismo pasa con su gabinete. Se trata de una extensión de los familiares de su fieles (ver nota de Rivelino Rueda en El Financiero 14/12/17). En el supuesto de que gane AMLO tendrán secretarías la hija de la presidente del Consejo Nacional de Morena; el hijo del ideólogo Lorenzo Meyer; el hermano del jefe delegacional de Azcapotzalco; la esposa del agente rusoamericano John Ackerman… y eso que nada más se anunciaron las secretarías, ya podemos imaginar la rapiña familiar en el resto de la administración en caso de llegar el tabasqueño.
Por supuesto que pienso que los invitados al equipo de AMLO tienen méritos personales. Se les debe criticar por sus actos no por sus familiares. Pero eso no es algo que practique el candidato López Obrador ni sus cercanos ni familiares. Es una más de sus hipocresías.
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