El presidente dice que a los candidatos se les acusa siempre de cometer ilegalidades, de robarse el dinero, de burlar la ley… casi de lo que sea. ¿Pero de violador? Eso no sucede a menudo.
Salgado Macedonio es la vara moral con la que se está midiendo al presidente López Obrador. No serán los corruptos en la cárcel o perseguidos; no serán los señalamientos cotidianos contra los conservadores, ni los apodos a sus adversarios; tampoco será su condena a la pesadilla neoliberal, ni sus ataques a los medios de comunicación. No. Será el violador Salgado Macedonio quien defina la estatura moral del presidente.
Todo México sabe que Morena es un membrete, que el presidente es el que decide, el que impone, el que señala, el que premia y el que castiga. Todo México sabe que el presidente decidió poner en la candidatura a Félix Salgado Macedonio. Todo México sabe que es el presidente el que sostiene contra lo que sea la candidatura de un hombre torvo, primitivo y violento para ser gobernador de Guerrero. El argumento ético es escalofriante: porque gana. Esa es la estatura moral del presidente.
¿Cuánto vale Salgado Macedonio? Para el presidente López Obrador, lo vale todo: su prestigio, su discurso, su credibilidad. Por extrañas razones, el presidente decide jugar parte de su percepción con delincuentes como Bartlett y otros personajes bastante cuestionables en su andar por la vida pública nacional. Pero lo de Salgado Macedonio rebasa cualquier cosa que uno hubiera pensado sobre la necedad presidencial. Se entiende que no quiera ceder a sus enemigos la cabeza de nadie a quien sus adversarios acusen de inepto o de corrupto. Es claro que no funciona a periodicazos. Pero el caso de Salgado Macedonio supera con creces el escándalo político. No es “fruto de la temporada” como dice el presidente: a los candidatos se les acusa siempre de cosas varias: de cometer ilegalidades, de robarse el dinero, de corromperse y de corromper, de burlar la ley, de tener relaciones con los malosos, de ser malosos, de llevar doble vida, de tener una conducta licenciosa, de omisiones, de hipocresía, de cínicos… en fin, casi de lo que sea. ¿Pero de violador? Eso no sucede a menudo. La sola duda sobre el asunto obligaría a cualquier presidente a dar marcha atrás a la decisión. Esas acusaciones no son un juego, no se pueden prestar a interpretación. Es tal el escándalo que nadie ha salido a la defensa de la honorabilidad del señor Salgado Macedonio. El inútil integral de Mario Delgado dijo que “no hay sentencia” y en el corolario de la burla y de la infamia el presidente de la República dijo: “Ya chole”.
¿Ya chole con qué, presidente? ¿Con las demandas de las mujeres? ¿Con exigirle que se deslinde? ¿Con que se haga responsable de sus nombramientos? ¿Con que se le pida que esté a la altura de las demandas de las mujeres? ¿Con pedirle que no apoye a un violador? ¿Con frivolizar los temas? ¿Ya chole con qué, presidente?
La popularidad del presidente da para muchas cosas. Por ejemplo, para encubrir y defender a Bartlett, para deshacer lo que funciona, para degradar la vida pública. Para eso da y para muchas otras cosas más. Pero no da para lo que quiere hacer el presidente de imponer a un violador como gobernador, para eso no da. Porque recordemos que Salgado Macedonio es el candidato del presidente. Que con su moral se lo coma.
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