Con miras a tener un liderazgo que se contraponga al autoritarismo de AMLO y a la creciente soberbia e ineptitud de la mayoría de sus colaboradores, Ricardo Salinas Pliego abrió la puerta de su candidatura rumbo al 2024.
López Obrador y su funcionario “maravilla”, López-Gatell fueron humillados públicamente en televisión abierta el pasado viernes. Al presidente le pasa, lo que a todos los demás presidentes. Aunque intente negarlo con sus peroratas mañaneras, se parece en muchas cosas, pero una de ellas es que le tiene miedo a la televisión y a sus dueños.
Su relación con los magnates de los medios tiene más que ver con el temor y con la dimensión que le da a los propios medios. Sabedor de que su fuerte y el de su gente es la propaganda mitinera, la pancarta, la consigna y el insulto, requiere de apoyos externos para elaborar mensajes y presenta un poco más sofisticada que su faceta ayatolesca más que conocida.
Todo cobra sentido ahora que vemos cómo el presidente agacha la cabeza y pide perdón, algo que resulta insólito pues estamos acostumbrados a la ira del predicador, a la rabia del moralino que fustiga a los pecadores, a los que tienen “malos pensamientos” a los alejados del bien. Encontró la fuerza que lo somete; porque siempre hay algo o alguien que nos inspira temor y respeto, que preferimos no despertar su enojo. De ahí las frases “temor de Dios”, “castigo divino” y cosas por el estilo, que bien domina el presidente, pues está acostumbrado a las dinámicas de premio y castigo.
La humillación pública es algo muy relevante, pues enseña a los demás qué sucede con el que no se comporta adecuadamente. Los castigos varían. El propio presidente es partidario de ese tipo de castigos, prefiere esa “sanción moral” que acogerse a las leyes. Difundir los nombres de los conspiradores, la lista de los que se portan mal, el reporte de lo que osan criticarlo, la información de los evasores de impuestos, el señalamiento de los malditos opositores. Sabe que le funciona porque la gente gusta de la sangre, de ver rodar las cabezas en la plaza pública. Y para eso necesita la dimensión verdadera de la plaza pública que es la televisión.
La primera sorpresa fue cuando sacó a los dueños de las televisoras de la lista de “la mafia del poder”. De pronto dejaron el lado oscuro y pasaron al sol resplandeciente del proyecto lopezobradorista que, como todos los presidentes que inician, anunciaba un nuevo día y un luminoso camino de justicia y futuro.
Después la cosa fue más clara: los dueños de las televisoras forman parte del Consejo Asesor Empresarial del presidente. Fue una de las formas de querer sosegar las inquietudes que su candidatura había generado y que su presidencia, desgraciadamente, ha documentado. Del paredón del señalamiento público, pasaron a las sillas de al lado de tomar decisiones en Palacio. Por supuesto los empresarios no han hecho nada malo en eso, hacen lo que hubieran hecho con cualquier presidente, porque ya han visto pasar muchos con su vehemencia prometedora y luego con sus alas caídas.
Que el foco del ataque sea el responsable de la estrategia contra la pandemia revela, no el ánimo de provocación como quieren ver algunos, sino la debilidad del presidente; y otra cosa, vuelve a exhibir a nuestra casi desahuciada oposición. Porque si el presidente ha bajado y se está peleando con todos los sectores posibles, la oposición no ha subido, y a casi un año de elecciones y con miras a tener un liderazgo que se contraponga al autoritarismo de AMLO y a la creciente soberbia e ineptitud de la mayoría de sus colaboradores, Ricardo Salinas Pliego abrió la puerta de su candidatura rumbo al 2024.
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