El presidente, hombre infatigable que no descansa en su lucha contra los malignos, puede pasar horas enteras en su camioneta, aunque esté estacionada.
Son muchos los logros del gobierno de la cuarta transformación. Solamente desde la ceguera o la franca animadversión se pueden negar los inmensos cambios que ha traído la gestión lopezobradorista. Por supuesto hay retos, el país lo dejaron en un desorden total y ha costado mucho trabajo y dedicación hundir más a la nación. Repasemos brevemente en este corto espacio algunos de los trascendentales cambios que vive actualmente México y que suscitan comentarios en todo el orbe.
El cambio en la comunicación es evidente. Se trata de algo que los anteriores presidentes del conservadurismo se negaron a hacer por mantener un sistema de corrupción y componendas. No se les da dinero a los medios de comunicación. Tampoco se les da información porque no saben lo que es eso. Todos los días, el señor presidente dedica una gran cantidad de tiempo a explicar a los medios –sin distinción alguna– el acontecer nacional desde una mirada objetiva y seria. Nada de estar viendo lo malo en lo que se hace sino lo positivo que se logra, y eso es lo que manifiesta cada día a pesar de que los medios no lo publican porque siguen en abierta connivencia con los agentes del mal disfrazados de demócratas que defienden la libertad de expresión. Hipócritas. Nunca se ha respetado tanto a la prensa. Nunca se ha criticado tanto a un presidente, y si no nos creen, que le pregunten al corruptazo de Peña Nieto, al ‘Borolas’ Calderón, al loco de Fox, al neoliberal de Zedillo o al maldito de Salinas.
Una de las grandes invenciones del gobierno, que en estos tres años no ha agotado su creatividad, es la del ministerio de las mentiras, una oficina única en el mundo en la que se reporta de manera pública y abierta a los mentirosos pagados por el imperio del mal que se dedican a perturbar la paz pública con comentarios, opiniones y tuits cargados de negatividad y mala leche en contra del gobierno del pueblo. A cargo de la señorita Vilchis, este arduo trabajo permite desenmascarar a los enemigos de la nación que se refugian en medios, academias y redes sociales. A ellos los alcanza ya el brazo justiciero del desprecio popular.
Así como Juárez andaba en una carroza huyendo de las fuerzas extranjeras, pero al tiempo resguardando la dignidad nacional, así nuestro presidente López Obrador en su camioneta huye de las embestidas neoliberales que no cesan, al tiempo que lleva en su pecho la integridad de la nación. La camioneta de López Obrador es ahora el nuevo despacho presidencial: desde ahí el presidente gira instrucciones, regaña y contradice a los infames que protestan y se acercan a esa oficina itinerante que pertenece al pueblo para solicitar –los que van en buen plan– o para reclamar –los que manda el exgobernador Velasco–. La camioneta es ya el nuevo centro de poder. El presidente, hombre infatigable que no descansa en su lucha contra los malignos, puede pasar horas enteras en su camioneta, aunque esté estacionada. En su conocida modestia, el propio presidente ha sugerido quedarse a dormir en la camioneta sin importar que esté llena de restos de tlayudas, pambazos de papa con chorizo, sopes y barbacoa. Solamente la insistencia de su equipo en cuidar su salud ha logrado detener ese noble gesto.
En materia de salud pública se han roto todos los récords de ineficiencia e ineptitud. Nunca antes se ha muerto tanta gente derivado de las decisiones de personas sin escrúpulos, como lo es el doctor Hugo López-Gatell, que al frente de la estrategia contra la pandemia ha logrado desesperar a unos, rabiar a otros y a muchos más simplemente los ha alcanzado la muerte, pero por culpa del maldito virus que no fue inventado en México.
En materia de seguridad hemos recibido la solidaridad y el apoyo de los grandes criminales que han sentido un trato humano y cálido como en ningún otro lugar en el mundo. Los narcos también son mexicanos y por eso mismo les extendemos un abrazo sincero.
Faltan muchos logros por enumerar, no alcanzaría el papel para describirlos, pero bien puede quien lea esto correr a una librería y comprar el más reciente libro del presidente para conocer su magna obra. Y eso que apenas vamos a la mitad del camino.
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