Para Jorge Álvarez Máynez, que al defender a una compañera de otra bancada, honró la política como actividad en la que cabe la nobleza humana
El PAN es un partido que por muchos años estuvo orgulloso de su militancia y su militancia también se sentía orgullosa de su pertenencia. Eran tiempos de oposición al priismo –ese en el que militaban alegremente López Obrador, Salinas de Gortari, Díaz Ordaz, Manuel Bartlett, Cuauhtémoc Cárdenas, Muñoz Ledo y muchos más–. Ser panista tenía su chiste, no porque fuera difícil llegar a ser militante, sino porque se prestaba al escarnio público por un lado y la amenaza por el otro. El panismo hizo de sus militantes un ejército civil que en mucho contribuyó a la vida democrática mexicana. Forjados en debates internos de la vida partidista y también más allá del partido, los militantes panistas destacaban por su enjundia y capacidad para el debate. Los abanderados panistas, en su mayoría militantes del PAN, siempre eran arrojados y destacaban por su valentía y empuje, así como por su capacidad para la polémica.
Sus fundadores sabían de la importancia de la vida militante, pero siempre supieron que no bastaba ser miembro del partido para ser una opción electoral atractiva y que abanderara los colores y las causas panistas. De hecho, a don Luis Cabrera, que no era militante panista, le ofrecieron la primera candidatura presidencial –invitación que rechazó amablemente–.
Claro, el tiempo pasa y las militancias también. Las formas de hacer política, los espacios desde donde se puede hacer política ya son múltiples y, una vez tumbados los muros ideológicos, las batallas políticas son más de causas que de otra cosa. La militancia partidista parece ir de salida en estas épocas en que lo único que parece estable en el tiempo es la afición a determinado equipo deportivo. No es de extrañar que la militancia sea menor en el PAN o en cualquier otro partido. Es lo de hoy. Sin embargo, es posible que ese partido pueda tener más votos que en elecciones recientes. Si un tiempo fue relevante el partido, la agrupación que te lanzaba, ahora lo importante es quién es candidat@. Está primero el quién y luego lo demás. Cosas de los tiempos, no se trata de saber si nos parece o no, es que así es. Por supuesto, entiendo la importancia de ser militante –lo fui por más de 20 años–, pero también soy consciente de su repentina irrelevancia hacia el exterior. Los electores están a la búsqueda de alguien competitivo, que puede contender y ganar, no de alguna docta figura doctrinaria.
El tema viene al caso porque, muy probablemente, el PAN tenga que decantarse en sus candidaturas a la Presidencia y en la CDMX por mujeres que no son militantes de ese partido, pero que defienden sus causas sin problema y que, por lo menos hasta el momento, se antojan las más competitivas opositoras para esos comicios. Me refiero a Lily Téllez y a Xóchitl Gálvez. Por supuesto que falta mucho tiempo, la suerte no está echada, falta ver qué dicen las dirigencias, las alianzas y demás. Sí. Pero lo cierto es que lo que cada vez hay menos es tiempo y la decisión apremia.
El día de ayer El Universal publicó una encuesta en la que Xóchitl es la preferida de los opositores para ser candidata en la CDMX. Ella tiene experiencia en esta ciudad, es conocida, tiene empuje y no se arredra ante el adversario. En el escenario electoral la capital se ve peleable y hasta ganable; tirar una opción tan atractiva como Xóchitl por alguna causa militante será un enorme error. Es claro que en eso nadie le compite a Gálvez. Aunque se sabe que nunca falta quien salga con que tiene “otros datos”.
Aunque la presidencial se cuece aparte, todo indica que estarán por competir Téllez y Creel. No está mal: la candidata externa, el candidato militante. Veremos cómo se dan las cosas. El PAN está por entrar al espinoso momento de las decisiones que pueden marcar el destino de la ciudad y del país.
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