El PAN puede dejar atrás una época francamente mala gracias a la traición de sus socios del PRI.
Era de esperarse: se les dijo y se les advirtió: a ningún lado van a llegar con el PRI de Alito, nada más los estaban usando. Pero no, la directiva panista estaba muy contenta con su súper aliado, a quien defendieron de los ataques del presidente y sus secuaces. El señor Alito era calificado de ladrón y corrupto sinvergüenza por toda la clase gobernante, y el PAN daba la cara por el líder priista. Expresidentes priistas clamaban la renuncia de Alito y el panismo lo defendía. A capa y espada. Es contra la alianza, decían. El resultado lo sabemos todos: Alito se fue con AMLO.
Algo pasa en el PAN que todos le ven la cara. Hace décadas los panistas eran buenísimos para negociar. De eso los acusaban: de negociar en política. Luis H. Álvarez, Diego Fernández y Carlos Castillo Peraza eran señalados por propios y extraños como negociadores radicales que hacían de la política componenda oscura, pacto vergonzante. Pero resultó que ellos tenían razón, la política era, y es, negociación. Solamente desde la ignorancia y la falsa pureza se podía acusar lo contrario. Ahora todos se mofan de las negociaciones con los panistas. A la directiva panista, Alito y Moreira –porque recordemos que el del cerebro ahí es Moreira– le vieron la cara enfrente de la nación: los humillaron, los dejaron como idiotas. En el Senado, los panistas habían negociado con Monreal que fuera quien presidiera el Senado y, a la mera hora, Monreal los dejó colgados. Nada les sale, todos abusan de su ingenuidad –por decirlo de alguna manera–.
Pero bueno, así es la política: hay épocas buenas y épocas malas. El PAN puede dejar atrás una época francamente mala gracias a la traición de sus socios del PRI. El PAN puede ahora verse a sí mismo, apostar por sí mismo. No es algo sencillo, no traerá triunfos gigantes, pero sí dignidad y la construcción de una oposición fuerte e inteligente ante los trogloditas del ex-PRI, que es lo que es Morena. Al PAN ya se le olvidó que hay que construir la oposición de lo que quedó del 18. Y el PRI no iba a ser el compañero en esa tarea, ellos acompañan a los presidentes, está en su naturaleza. El poder presidencial los aglutina, le da sentido a su vida política. Además, su querencia no es el PAN, sino Morena, donde está el poder y sus excompañeros; ahí no se sienten extraños. Claro, puede ser que algunos priistas quieran jalar con el PAN, con MC, encontrar un sentido partidista a, si lo tienen, planteamientos liberales, pero no serán muchos.
Al PAN se le presenta la oportunidad de ser el líder de la oposición, la cara y el planteamiento opositor. No necesita de otros partidos, mucho menos de ejecutivos habilitados en la política como Claudio X. en papel de su jefe (eso no quita que el sujeto participe abiertamente con un partido sin las ínfulas de inversionista mayoritario), ni hacer caso de comentócratas, ni hacer aritmética de la ilusión. Con que se defina como oposición al proyecto de destrucción que comanda AMLO, ahora con la ayuda de Alito, es suficiente. Dejar atrás el discurso ingenuo y estúpido de la unidad absoluta como generadora de triunfos épicos, porque eso no existe.
No es empezar de nuevo. Es regresar al camino conocido: al de mejor solos que mal acompañados, al de saber que se tiene la razón aunque no te la den, a dejar la fantasía del triunfo a toda costa porque nada más corrompe, al de representar a los ciudadanos ante el abuso, al de saber hablar y exigir, a deshacerse de lo que estorba y de los que no se pueden defender porque se volvieron impresentables. En fin, que el PAN tiene la oportunidad de apostar por sí mismo. Ojalá lo haga.
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