Mientras en países como Nueva Zelanda, Estados Unidos o Reino Unido las autoridades promueven activamente la alternativa del vapeo, el único en que está prohibido es en México. Un logro más de la 4T.
Una de las frases preferidas del presidente es la muy trillada de “prohibido prohibir”. Sin embargo, en los hechos, estamos ante uno de los gobiernos más cerrados y con claras tendencias prohibicionistas de las últimas décadas en nuestro país. Prohibir es una tendencia de los autoritarios. Si el ejercicio de las libertades no es sencillo por los excesos que pueden darse, las políticas prohibicionistas dificultan aún más ese ejercicio.
El tema viene a cuento porque la semana pasada la Cofepris lanzó una alerta sanitaria en contra de los vapeadores y los calentadores de tabaco que se ofrecen como opción para quienes fuman cigarros. Los fabricantes aseguran que son una variante segura para dejar de fumar y contrarrestar los daños que causan los cigarros normales. Por supuesto que el gobierno debe preocuparse y ocuparse de cuestiones de salud pública; de ahí las leyendas en las cajetillas, la prohibición de que se anuncien en medios masivos, la carga impositiva y otra serie de limitantes que se le ponen a ese producto aquí y en muchos otros países. Sin embargo, este gobierno ha decidido prohibir la opción del vapeo, con lo cual condena a los fumadores de cigarros a continuar en su vicio.
La autoridad debe regular esos productos, no prohibirlos. El presidente López Obrador se manifestó al respecto hace unos días. Dijo que eran dañinos y que estaban prohibidos, pero que había ya un mercado clandestino de vapeadores y que eran productos de empresas muy poderosas que tenían muchos intereses y que incluso contrataban lobistas. El mercado clandestino es el resultado de la prohibición de este gobierno. Si hubieran regulado los vapeadores tendrían control sobre el producto, se generarían impuestos y se tendría control sobre el mercado. Quejarse de la existencia del mercado clandestino es, en el fondo, la aceptación de que su prohibición resultó adversa. Y muy clandestino no es, pues en las principales avenidas de la CDMX, por ejemplo, hay establecimientos que anuncian abiertamente la venta de dichos productos.
Nadie niega el daño que produce el cigarro ni tampoco la conveniencia de no fumar ni siquiera vapeadores. Pero como otros productos, el alcohol, por ejemplo, requiere que la autoridad tenga un claro control para prevenir a la ciudadanía de los daños que causa tal producto. El asunto de prohibir los vapeadores es como prohibir la cerveza light, pero dejar que se compren cajas de tequila. No tiene sentido. Mientras en países como Nueva Zelanda, Estados Unidos o Reino Unido las autoridades promueven activamente la alternativa del vapeo, el único en que está prohibido es en México. Un logro más de la 4T.
Prohibir también es un reflejo del estilo de gobernar de nuestro presidente. Su convicción de ser un guía moral lo lleva a tener actitudes no de un presidente, sino de un cura cerril que tiene que decir a sus fieles qué leer, qué consumir, qué ver. Empiezan prohibiendo programas y periódicos, terminan diciéndote qué comer y prohibiéndote pensar.
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