El voto anti

Si alguien cree que el presidente iba a cambiar, está equivocado. La polarización continuará. El anti, por supuesto, crecerá.



Mientras hay quienes gritan escandalizados por las redes que hay derecha y lloran a mares la derrota de la progresía y cuestiones propias del análisis y el imaginario ideológico de los votantes, debiésemos también comprender otros fenómenos que no son exclusivos de nuestro país: el voto anti. Los ciudadanos podrán tener dificultades para encontrar quién los convence, qué les gusta de tal partido o candidato, qué política pública les parece atractiva, lo cierto es que saben perfectamente qué rechazan, más aún, saben muy bien qué detestan, qué odian…

La oposición tiene un problema que debe empezar a considerar de inmediato antes de que se le borre la sonrisa del levantón que dieron el domingo. No fueron sus propuestas, ni sus candidatos (salvo algunos casos aislados) los que sacaron a la mayoría de sus votantes. Fue el mismo presidente con su agresividad contra sectores de la sociedad el que sacó a votar en su contra a millones de ciudadanos. Hubo muchos testimonios de gente que decía nunca haber pensado votar por el PRI o por el PAN –por el PRD siempre hay como cuatro que votan fielmente–, pero que lo hicieron en la conciencia de que era lo mejor. Es decir, no votaron por algo a favor, sino por lo que representara mejor su rechazo.

Nos define lo que somos, claro, pero últimamente nos comenzamos a definir en negativo: lo que no somos, lo que odiamos, en contra de qué estamos sin detenernos mucho a ver a favor de qué. Así está el asunto. No parece muy bueno, pero es lo que hay y en esas estamos. Es más sencillo ir a votar en contra de alguien que a favor de algo. El sentimiento anti es el poderoso, el que mueve. Quien polariza lo hace para mantener a su base, pero también genera la contraria.

En un texto de finales de 2017 Político Magazine, Alan Abramowitz y Steven Webster analizaron el caso de las elecciones en que ganó Trump (https://www.politico.com/magazine/story/2017/09/05/negative-partisanship-explains-everything-215534/ ), con lo que llaman “partidismo negativo”: “…en las últimas décadas la política estadounidense se ha vuelto una especie de agria rivalidad deportiva, en donde ambos lados siguen ahí solamente alimentados por el odio al otro en lugar de ser por tener una visión compartida. Los republicanos no aman al presidente, pero detestan a los demócratas, y viceversa”. Dicen que tanto Trump como Hillary no eran muy queridos por los votantes de su partido, pero eran detestados por los contrarios. “El presidente –Trump– entiende que mientras su base republicana le sea leal es improbable que otro miembro de la Casa o el Senado amenace su popularidad. También sabe que la manera más efectiva de mantener el apoyo de esta base es atacando a los demócratas, principalmente a sus líderes, Hillary Clinton y Barack Obama –lo que parece una obsesión dañina en Twitter con “Crooked Hillary” es más bien un ejercicio para fortalecer a su equipo–, un esfuerzo astuto para mantener su partido concentrado en el enemigo común: los demócratas”. Webster y Abramowitz dicen que sus investigaciones demuestran que los estadounidenses votan cada vez más en contra del otro partido que a favor del suyo, que es mayor el disgusto que experimentan hacia el partido contrario que gusto por el propio y que esto puede crecer pues ya no se ven como adversarios políticos, sino como enemigos que buscan dañar al país. ¿Les suena familiar?

Si alguien cree que el presidente iba a cambiar, está equivocado. La polarización continuará. El anti, por supuesto, crecerá. El tema es quién y cómo lo va a cachar. Por lo pronto los ciudadanos anti ya mostraron su fuerza: son electores en busca de candidato que encabece su enojo. 

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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