Del resentimiento

Algunas citas del libro La democracia sentimental: Política y emociones en el siglo XXI nos hacen pensar sobre la política que hay hoy en México.


Democracia sentimental


Vuelvo a ese magnífico libro que sirve de consulta para estos tiempos políticos. La democracia sentimental: Política y emociones en el siglo XXI. (Manuel Arias Maldonado, ed. Página indómita). Es de gran ayuda para ubicarse en este nuevo mapa de la política mundial. Ya en otros textos he compartido algunas citas pertinentes con lo que sucede en el escenario nacional.

Son muchos los sentimientos que se tienen y que se explotan en estos días en los que alguien decide dar sepultura al modelo neoliberal y otros deciden culpar a los migrantes de la situación de su país, o en la que cada quién va fabricando y señalando a su enemigo. En esta canasta sentimental y emocional destaca el resentimiento. Los adversarios, por ejemplo, de AMLO, no bajan a su fanaticada de una bola de resentidos; ciertas expresiones revelan efectivamente resentimiento; pero ahora también la oposición está resentida por haber terminado en el bote de la basura. Aquí algunos subrayados del libro de Arias Maldonado.

“Durante los periodos turbulentos de la historia social hace aparición pública una emoción que goza de mala reputación a causa de su peligrosidad política: el resentimiento. Sin embargo, ni siquiera él escapa a la ambivalencia intrínseca a los afectos. En estos últimos años, por ejemplo, se han multiplicado los movimientos y campañas que reclaman justicia para las víctimas de la crisis, pues el resentido también puede ser quien alberga rencores justificados tras sufrir un daño del que no era responsable. Esta singular forma de ‘autointoxicación psíquica’, como la catalogó Max Scheler, es así compatible con la demanda de justicia, pero no debe identificarse automáticamente con ella: el resentido puede no tener razón en absoluto.

”Función principal del resentimiento será entonces poner delante del criminal la realidad moral de su delito. De otro modo, el verdugo tiende a olvidar y disculpar su crimen, como el propio autor (Jean Améry, superviviente de un campo de concentración) pudo comprobar durante sus viajes por Alemania en los años de la Wirtschaftswunder de la posguerra: Alemania iba hacia delante y él no podía dejar de ir hacia atrás. Améry sugiere que el resentimiento que condena la víctima al desasosiego espiritual permanente ha de servir, al menos, para generar en el bando de los verdugos una actitud de desconfianza hacia sí mismos. El razonamiento recuerda al formulado por un personaje de Iris Murdoch: ‘a menudo los sentimientos de culpa nacen de las acusaciones más que de los delitos’.

”Pero es que el resentimiento puede también entenderse como un acto ético y político de naturaleza creativa, que contribuye al progreso de las sociedades mediante la denuncia de sus defectos estructurales.

”Hay que recordar que la lectura positiva de este fenómeno afectivo se asienta sobre la premisa de que el resentido tiene razón, porque ha sido objeto de una injusticia. Pero, ¿y si el resentido de equivoca? O bien: ¿no es posible que los movimientos populistas apunten hacia causas inexactas y con ello estén creando más que expresando agravios definidos? Nada garantiza la buena fe de los portavoces del resentimiento”.

Hasta aquí las citas. Es claro que las emociones dominan la escena, es claro también que el resentimiento está en la palestra y que debemos lidiar con esto política y emocionalmente. Más vale que lo entendamos y quizá la oposición debería de tratar de empezar por entender su propia situación emocional.

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