Estos días resultan pertinentes para acercarse a quienes han sabido entender y delinear, en la medida que esto se puede hacer, nuestra realidad. Las guerras, la incertidumbre sobre el nuevo orden mundial, la viralización de la información, los cambios radicales en la política en todos lados, los nacionalismos exacerbados, el resurgimiento de movimientos de ultraderecha, las redes sociales, el arribo del populismo encarnado por narcisistas descarados, la caída completa de las ideologías, el fracaso del modelo neoliberal, son tantos los elementos que sí es obligado detenerse y tratar de entender algunas parcelas de la complejidad en que vivimos.
Ceguera moral (Ed. Paidós) es un libro de Zygmunt Bauman y Leonidas Donskis, de hace algunos años, en el que abordan desde distintos ángulos, los nuevos tiempos, un seguimiento a ese gran libro de Bauman que es Modernidad líquida. Aquí algunos subrayados.
“Puesto que la política se está extinguiendo como traducción de nuestras preocupaciones morales y existenciales en una acción racional y legítima para beneficio de la sociedad y la humanidad, y en su lugar se transforma en un conjunto de prácticas de gestión y hábiles manipulaciones de la opinión pública, no es imprudente asumir que una rápida politización de la privacidad y la historia promete una salida al presente vacío político e ideológico”.
“…quien controla el pasado controla el futuro y quien controla el presente controla el pasado”.
“Resulta que una persona normal puede convertirse por un tiempo tanto en un idiota moral como en sociópata sádico capaz de matar lentamente a otro ser humano, o en alguien que no muestra empatía ante el sufrimiento de otro ser humano torturado. (…) La rutinización de la violencia y el asesinato durante las guerras conduce a un estado en el que la gente deja de responder a los horrores de la guerra”.
“De modo similar los incesantes escándalos políticos disminuyen o inhiben completamente la sensibilidad social y política de la gente. Para que algo agite a la sociedad, tiene que ser realmente inesperado o inequívocamente brutal”.
“Gavelis temía el dominio de las mediocridades agresivas, con su capacidad para silenciar a los hombres y a las mujeres de letras tranquilos y educados que prefieren pensárselo dos veces antes de decir o emprender alguna acción”.
“Se trata de una vieja, viejísima historia vuelta a contar: las hachas pueden usarse para talar madera o para cortar cabezas. La decisión no es de las hachas, sino de quienes las usan”.
“Hay, y siempre ha habido, tres razones para estar asustado. Una ha sido (es y será) la ignorancia: no saber qué pasará a continuación, cuán vulnerables somos a los golpes, qué tipo de golpes serán y de dónde procederán. La segunda fue (es y será) la impotencia: la sospecha de que no hay nada o prácticamente nada que podamos hacer para evitar un golpe o desviarlo cuando nos alcance. La tercera fue (es y será) la humillación, derivada de las otras dos: la amenaza inminente a nuestra autoestima y a la confianza que depositamos en nosotros mismos cuando se revela que no hicimos todo lo que podíamos haber hecho”.
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