En las épocas doradas del PRI –haga de cuenta el lector algo similar a la cuarta transformación–, el escritor Jorge Ibargüengoitia publicaba artículos periodísticos. Dueño de una gran inteligencia y un sentido del humor y la ironía fuera de serie, abordaba temas de la vida cotidiana y, por supuesto, de nuestra política. En las elecciones presidenciales de 1976, solamente estaba de candidato el priista José López Portillo (el PAN, después de una dura discusión decidió no participar en lo que consideraba un proceso fraudulento desde el principio). Ibargüengoitia escribió en su artículo: “El domingo son las elecciones. ¡Qué emocionante! ¿Quién ganará?”.
Lo mismo podemos decir todo el día de hoy sobre la contienda en Morena: ¡qué nervios!, ¡qué incierto todo! ¿Será Claudia la ganadora? ¿Logró Ebrard, gracias a su certamen Canta con Marcelo, voltear la balanza? ¡Las aventuras eróticas de don Adán lograron impactar al electorado para que lo vean como alguien energético y poderoso? ¿Noroña conmovió con su toalla y su caja abdominal? ¿Monreal participó en el proceso? Son preguntas que rebotan en los domicilios de las familias mexicanas, en los lugares de trabajo, en las redacciones de los medios de comunicación. Es lo bueno de la vida democrática, todo es un misterio que se resuelve de manera alegre y transparente el día de la elección.
Todos hemos visto cómo Marcelo ha intentado destacar en la contienda señalando injusticias y prácticas amañadas, solicitando reglas claras y debates públicos. Quizá nadie le informó adecuadamente en qué partido estaba, de qué se trataba el proceso y quiénes eran los organizadores. Todo este tiempo estuvo equivocado de ventanilla: creyó que estaba en una contienda democrática.
Desde la comodidad que da ser “la consentida del profesor”, Claudia Sheinbaum comenzó a tropezones, equivocación tras equivocación. Pero tenía tiempo, recursos y el apoyo del hombre cuyo pecho no es bodega. Se dio cuenta de que esta elección se trataba de quedar bien con el Presidente, de parecerse a él, de mostrar que es la consentida, la elegida, la parecida. Una vez que lo entendió, se estabilizó y disminuyó el nivel de sus errores.
Al contrario de lo que sucedió en el Frente opositor, en el que todo cambió, desde el método hasta la ganadora, aquí no hay sorpresa alguna –salvo que algunas encuestas ponen en tercer lugar a Noroña–, Claudia ha estado en primer lugar todo el tiempo, seguida de Marcelo, a veces por mucho y otras por muchísimo. Así que si las cosas salen como el Presidente quiere, Morena tendrá mañana su candidata.
Lo cierto es que, más allá del resultado ganador, hay más expectativa por saber qué van a hacer los perdedores. Concretamente Marcelo Ebrard. Resulta curioso, pero en realidad ahorita parece ser más importante lo que hará Ebrard a que le echen de vítores pagados a la señora Sheinbaum. Porque al final, resulta que el Presidente diseñó un método donde lo importante es quien pierde.
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