Vivimos en la desgracia, no hay espacio para un ateneo, ya no podemos discutir en el foro de todos.
Una de las preocupaciones angustiantes para un sector de nuestra opinocracia es la de quién va a liderar la oposición. Porque ellos sienten que tienen que revisarlo, pedirle cuentas y proyectos claros. No puede ser que alguien no lleve su palomita, su sello de buena conducta y algunas de sus grandes ideas. Si López Obrador les parecía un enorme político al final de las elecciones de 2018, ahora les parece un peligroso populista con un proyecto personal al cual hay que detener. Pero, ¿quién lo puede parar? Esta pregunta persigue al crítico que sabe que su palabra es látigo y su texto es fusil para los ambiciosos. Asomémonos a algunas de sus reflexiones de estos dignos representantes de Corea del centro, república exigente como ninguna para moverse en medio de la nada.
En su escritorio, el poseedor de la verdad cavila: por supuesto, nadie de los que quiere en este momento puede ni debe ser, están ética y moralmente incapacitados. Ya lo expliqué en un artículo hace tiempo, se trata o de políticos profesionales, gobernadores con ambición o empresarios con intereses, nomás falta un futbolista. Hay un enorme vacío, dicen, así no se puede pensar ni en dedicarles una idea. Qué barbaridad, qué mal está todo, se comentan alarmados mientras escriben su libro titulado Consideraciones sobre mí mismo.
El país se mueve aceleradamente al barranco, piensan en voz alta, ¿por qué no me preguntan qué hacer? Les molesta la crítica, sin duda. A todos les molesta y es que son iguales. AMLO es ignorante y prepotente, pero los de enfrente también; los dos, incapaces, no tienen proyecto, no tienen ideas, no señalan el rumbo. Es increíble que uno tenga que desgastarse explicando esto. Carajo, tantos artículos revelando todo una y otra vez para que no hagan caso ni los unos ni los otros. No leen nada, ahí está uno escribe y escribe ¿y para qué?, para que acaben leyendo a Gibrán o a Chumel. ¿Es mucho pedir que seamos como Nueva Zelanda?
AMLO se cree puro, es moralista como un curita, todo el tiempo con sus sermones, alejado del laicismo, cree que su liderazgo lo es todo, que su engañosa relación con el pueblo le durará toda la vida. Es una falacia. Y él lo sabe; bueno no, no creo que lo sepa. La oposición no existe: esto es algo de lo que casi nadie se ha dado cuenta, solamente mi abarcadora mirada lo ha puntualizado. Los opositores andan extraviados, no tienen programa ni liderazgos, son burros, casi analfabetas; vaya, no merecen ni el desgaste de un párrafo. La derecha sumida en sus simplezas y estupideces, la izquierda fanatizada e imbécil. Y como dicen por ahí, si llegara Jesucristo, pues la verdad es que tampoco debería ser, no me parece que sea un hombre de instituciones. Vivimos en la desgracia, no hay espacio para un ateneo, ya no podemos discutir en el foro de todos, ¿es acaso Gabriela Warkentin el último refugio del ágora pública? Caray, qué difícil este trago amargo de la incomprensión del populacho, siempre zafio y vulgar, sin importar su condición social o su posición ideológica.
Sé que en el Manual de lo políticamente correcto se establece claramente que se le debe dar RT a mis textos y que debo dedicar la mitad de mi tiempo a discutir y aclarar conceptos a los cretinos en las redes. En fin, no hay que meterse en pleitos, eso de las definiciones es para quienes padecen bajas pasiones y aquí la cosa es pareja: ni los unos ni los otros, esclavos de sus pasiones todos ellos. Y además, ¿qué tienen contra el agua tibia? ¡Ni el sadismo del agua hirviendo ni el masoquismo del agua helada! Qué difícil la circunstancia del hombre que piensa, ¡oh, sí!
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