Compañeros de partido

Como era de esperarse, la pelea entre la gente de Morena está a todo lo que da. Era previsible. Si en cualquier partido con poquito poder la disputa por las candidaturas es de consecuencias graves, mucho más en un partido con tanto poder como lo es Morena. Y más aún si en ese partido lo que mejor saben hacer, y para muchos es actividad exclusiva, es el pleito, el zafarrancho, dinamitar algo, prender fuego, causar desorden. Es la especialidad de la casa, y en materia de golpeadores en ese partido, como dice el refrán: “El más chimuelo masca rieles”.

Por supuesto que están los de siempre con las cadenas, los chacos y el bat en la mano. Particular papel juega ahora Layda Sansores, una mujer verdaderamente lamentable en materia política y mediática. La señora ha montado un show delictivo en el que ventila conversaciones privadas de sus enemigos públicos. Todo esto les parecía muy bien a sus compañeros de partido hasta que empezó a repartir adentro. Es como el caso de Ackerman e Irma Eréndira, una pareja psicótica que dinamitaba todo lo que tocaba mientras daba muestras públicas de erotismo trasnochado. Hasta que pusieron una bomba en Palacio y explotaron al candidato del jefe y entonces fueron expulsados del paraíso para nunca jamás volver a los brazos de su amado líder.

Entre políticos no siempre hay víctimas, más bien hay sacrificados, purgados, expulsados, desterrados. En este caso la purga está dirigida a Ricardo Monreal, coordinador de los senadores de Morena y enemigo total de la señora y corcholata Claudia Sheinbaum. Los odios en política siempre suelen canalizarse por alguna vía y nunca falta un o una quedabién, alguien dispuesto a hacer el trabajo sucio para quien se considera líder; en este caso, el vehículo del ataque fue doña Layda.

Si bien es cierto que López Obrador no se metió de manera pública en el asunto, lo cierto es que dejó que las cosas pasaran. El presidente solamente hizo la advertencia de que le parecía de mal gusto que se ventilaran ese tipo de cosas. De mal gusto, así dijo. Cualquier persona que vea a la señora Sansores sabe que no puede hacer nada que no sea de mal gusto. Más allá de eso, se sabe que la campechana tiene dueña y que es Claudia, y que la jefa de Gobierno de la CDMX dio la autorización con vaguedades tipo: “Yo respeto mucho a Layda porque es luchona; lo mejor es la unidad”, y cosas por el estilo.

No deja de llamar la atención que Claudia Sheinbaum, para muchos la corcholata favorita, la consentida del profesor, la elegida del líder, se dedique a golpear a sus adversarios internos. Lo mismo la emprende contra Marcelo que ahora soltó a la jauría en contra de Monreal. No tarda en surtirse al porro Adán Augusto. No puede empezar con los de afuera y ya está a los golpes con los de adentro.

¿Qué hará Monreal? Es una pregunta, pero otra es: ¿qué harán con Monreal?

Porque no lo mataron, no lo eliminaron de la política, nada más le dieron un golpe y eso es un error, porque se puede unir con los otros dos para tambalear a Claudia o se puede ir a otro partido para torpedearla. Seguro que hace tiempo Monreal tiene descartada la Presidencia del país en esta ocasión, pero le queda el camino de la venganza que tiene variadas bifurcaciones. Lo dejaron vivo y, más temprano que tarde, se los hará notar.

El pleito que vemos en Morena subraya lo cierto de aquella frase del alemán Konrad Adenauer: “En política hay enemigos, enemigos mortales y compañeros de partido”.

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