El caso de Rosario Robles benefició a AMLO y a su partido porque eso significa que el PRI se ve cada vez más destrozado y el presidente del país aprovecha para fortalecer su discurso.
El juez. Hay quien señala, sin afán de defender a Rosario Robles, que el encarcelamiento de la señora es algo injusto y que muestra claramente una venganza política instrumentada por el juez que tomó la decisión. Es cuestión de cómo se le quiera ver, pero el juez no cometió una arbitrariedad, pues esa decisión estaba en sus facultades. ¿Un exceso? Puede ser, pero –como bien dijo Enrique Quintana– esto es como los penaltis en futbol: a unos les parece un exceso, a otros muy justo, para aquellos es rigorista o el uso de la famosa “no era penal”. Se puede alegar, como dijo uno de los abogados de Robles, que porque la gente se fuga y no se presenta, pero andar fugado también tiene sus complicaciones y solamente es cuestión de tiempo para ser presentado.
El juez, al que se le critica su parentesco con Dolores Padierna, ya en alguna ocasión le contestó al presidente López Obrador, que lo criticó por haber liberado a un narco –por falta de pruebas según el juzgador–, que “corrupción es pretender presionar a la autoridad judicial sin sustento alguno, con fines mediáticos” (¿Quién juzga a Rosario Robles? Ricardo Raphael, El Universal 12/08/19). Es notorio que el juez tiene un afán protagónico y no me parece que sea necesariamente malo si sus decisiones están apegadas a la ley y debidamente sustentadas. No está mal conocer a los jueces, su temperamento, su forma de conducirse y sus pareceres sobre la cosa pública que juzgan. Ejemplos hay: Garzón en España, Moro en Brasil. Es una época mediática y hay jueces que lo son y, por supuesto, casos que también lo son, así que probablemente el juez Felipe de Jesús Delgadillo aparezca pronto por todos lados.
La defensa. Todo parece indicar que estamos ante el derrumbe de una clase política y concretamente ante la demolición del equipo de Peña Nieto como clavos del ataúd del priismo. Lo que llama la atención es que cada quien anda por su lado. Parece que la estrategia de defensa es cada quien sus cosas, sálvese el que pueda o el último apaga la luz. Nadie tiene que ver con nadie, parece un pleito entre todos los acusados.
Si el expresidente Peña Nieto llega a los juzgados muy posiblemente no sea por decisión del presidente López Obrador o de la FGR, sino por la defensa de quienes fueran sus cercanísimos subordinados que parecen patear la bola para arriba y a los lados. Al hacerlo para arriba solamente queda Peña Nieto y a los lados, los compañeros de gabinete. Es el tema de Meade, a quien Rosario ha puesto “una joyita”, según dijo el juez. Es el caso de Lozoya, amenazando a Videgaray. Ya el flamante presidente del PRI, Alejandro Moreno, dejó en claro que no va a defender a Robles y que ni siquiera es militante del PRI. Es muy probable que, en reciprocidad y en mera defensa propia, Rosario no vaya a defender al PRI ni a los priistas y algo les debe de saber.
Nada mejor para AMLO y los suyos que ver cómo se despedazan entre ellos el último grupo de priistas en el poder.
Por lo pronto vienen días en que viviremos judicializados, metidos en estafas, culpabilidades, movimientos, omisiones, señalamientos. Días en que volverán a salir los nombres de los gobernantes del sexenio pasado, nombres que por lo general tienen poco aprecio entre el público, nombres que harán el circo, porque parece que pan hay poco.
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