Caridad franciscana

AMLO en sus declaraciones ha citado frases eclesiásticas, queriendo mostrar su austeridad, pero se contradice con sus acciones. 


La austeridad de AMLO


Al presidente le gusta ponerse como ejemplo de virtud. Es una de sus características. Sabe que eso le da fuerza en el ejemplo que quiere mostrarle a sus gobernados. Por supuesto, no es un ejemplo fácil de seguir, la mayoría de sus subordinados no tienen el nivel de austeridad que maneja el presidente o la manera en que ve la vida o la función pública. Para él, el ejemplo basta, por eso a veces sus respuestas son simplonas a la vez que desproporcionadas: decir que no licitan la compra de camiones tanque porque no tiene problema de conciencia, más que una muestra de su limpieza de conciencia, es un dato más de su desconocimiento y desprecio a lo que son las normas y su utilidad.

Entre las múltiples formas de mostrar que su liderazgo es diferente a los anteriores –que lo es– y para consolidar su figura de guía-pastor, recurre con frecuencia a frases y relatos bíblicos, habla de amor, de paz y de perdón y, cosa novedosa en nuestra vida pública, habla de ir a la iglesia, a los templos, mientras se asume como la reencarnación de Juárez. Es el eficiente manejo de los símbolos.

Aunque él insiste en el manejo de ciertas virtudes que algunas religiones tienen como cardinales –la católica específicamente–, a su alrededor no sucede lo mismo. A la austeridad material que predica, los suyos le responden con coches de lujo, como se vio con los legisladores de Morena; al ajuste de sueldos le dan la vuelta; a no llenar la nómina de amigos y familiares se la pasan por el arco del triunfo, al amor y paz lo contrarían con el odio y el desprecio a los que no están con ellos.

Cualquiera puede decir que a AMLO lo mueve el amor, pero lo que los demás vemos es que los suyos se mueven por rencor. Ya se ha comentado en medios y redes sociales el caso de Daniel Goldin, quien fuera director de la Biblioteca José Vasconcelos, pero no por comentado hay que omitirlo. Resulta que el señor Goldin –de gran prestigio en el mundo editorial nacional e internacional– fue cesado de una manera no solamente ramplona, sino grosera y contraria a cualquier trato simple y sencillamente humano, por el nuevo director, un sujeto de nombre Marx Arriaga (portador de un nombre que opera en desdoro del pensador alemán). Más allá del escaso mérito comparado con Goldin, el señor Marx –al parecer un nombramiento de la señora Beatriz, a quien le presentó un libro– buscó la manera de humillar a una persona que solamente hacía su trabajo. Desconozco por quién votó Daniel Goldin, pero no creo que fuera un adversario radical de AMLO en el ámbito político. El trato que se le dispensó –ordenándole que se llevara un escritorio al sótano porque ahí trabajaría– es indignante.

El caso de Goldin ha salido a la luz pública porque es una persona reconocida en su gremio, aun así las autoridades se esconden para siquiera dar una disculpa. Pero no es el único caso, por todos lados se lee y comentan las maneras burdas y amenazadoras con que los discípulos de López Obrador irrumpen en las oficinas gubernamentales y tratan a quienes ahí laboran como si fueran enemigos mortales de su causa. Es tal el nivel de los desplantes que cabe preguntarse: ¿Por qué el odio, por qué contra los que solamente hacían su trabajo? Estoy seguro que muchos de ellos votaron por AMLO y jamás esperaron ser tratados de esa manera. El equipo amloista nos ha dado muestras de que son ignorantes e incompetentes, pero también son miserables y ruines en su trato a los demás.

El presidente López Obrador declaró hace unos días que podía llegar a la “austeridad franciscana”. Qué bien, no hace daño tener un gobierno que destaque por austero. Sin embargo, ya que nuestro presidente nombra al santo como modelo, sería muy bueno que él y su equipo practicaran otra virtud del hombre de Asís: la caridad. La caridad franciscana, el trato humano con los demás que provoca hacer el bien. De hecho, la caridad es una de las virtudes teologales del cristianismo. Así que, presidente, no estaría mal menos austeridad y más caridad. Porque en nombre de la austeridad le están desgraciando la vida a cientos de miles de familias. Hay que pensar en eso. Digo, para nivelar el trato a las personas.

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