Es muy probable que para ahorrar palabras les quiten el nombre a las o los trabajadores de las dependencias y comiencen a dirigirse a ellos por número: la nueve, el 16, la 34, el 14, y así por el estilo.
“Suspendido por falta de pago”, dice el aviso en la web que promociona nuestro país como destino turístico: visitméxico.com. Es una imagen nítida de lo que sucede en el país con las políticas públicas, diseñadas en la tlapalería que tiene como oficina el presidente López Obrador.
Para muchos es indignante, para otros una sorpresa y para muchos más otra anécdota que documenta el hundimiento de las expectativas que pueden tener los ciudadanos sobre su gobierno.
En el fondo se trata de la constatación de cómo el gobierno mexicano de la autodenominada cuarta transformación ha decidido inhabilitarse a sí mismo a costa de recortes y más recortes, sin ningún sentido estratégico, simplemente para decir que ya no gastan tanto “como los de antes”.
El austericidio de este gobierno es sorprendente. Por supuesto que en el pasado hubo excesos imperdonables, no sólo en sueldos o los nombramientos de los cuates –cosa que continúa sin moverse, nada más se trata de los cuates de “los nuevos”–, aviadores, dobles funciones y lo que se quiera que sea propio de una burocracia. Pero más allá de eso, los últimos gobiernos “neoliberales” –para darle gusto al señor presidente– habían logrado una eficiencia en trámites, tiempos, alcances de programas, archivos y un sinfín de cosas que tienen que ver con la eficacia de quienes tienen que gobernar, más allá del partido que ganara las elecciones.
Se entiende que con la llegada de López Obrador y sus huestes las cosas iban a cambiar. Pero con la novedad de que no sólo cambiaron las personas, sino que les bajaron los sueldos, les quitaron los niveles de decisiones, les quitaron presupuestos de operación, y en el fanatismo por el ahorro, les han quitado en muchas dependencias los teléfonos, las computadoras, el agua y hasta el papel de baño.
Es muy probable que para ahorrar palabras les quiten el nombre a las o los trabajadores de las dependencias y comiencen a dirigirse a ellos por número: la nueve, el 16, la 34, el 14, y así por el estilo.
La falta de pago en cuestiones de tecnología en el gobierno es alarmante. Más allá de lo que sucede en el turismo con el ejemplo arriba mencionado, está afectando cuestiones de la seguridad de datos, información clasificada y relevante, que ahora está en el ciberespacio sin ninguna seguridad porque no se ha asignado el dinero para cubrir el costo. Es absolutamente ridículo que eso pase en nuestro país.
El ahorro en este gobierno lo está asfixiando. Nada tiene que ver el despilfarro del pasado, en algunos aspectos, con paralizar materialmente a las dependencias, al grado de imposibilitarles el trabajo. Ahorran en un lado, pero ahorcan en el otro. Como cuando compran medicinas baratas en el extranjero, pero acabarán pagando más porque no tienen cómo distribuirlas.
Las soluciones que se les ocurren en Palacio –por lo menos a quien lo habita– es no gastar, meter el dinero bajo el colchón sin importarle que eso opere en contra de los ciudadanos que encuentran un gobierno paralizado “por falta de pago”. Es un austericidio.
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