Quizá una de las lecciones más importantes de esta elección sea la de dejar de descalificar a los votantes por considerar que son de mente rupestre, ignorantes, analfabetas funcionales y cosas por el estilo.
Para bien de Estados Unidos y para tranquilidad del mundo, todo indica que Biden ha ganado la elección presidencial en Estados Unidos. No es cualquier cosa. De confirmarse el triunfo del demócrata, el mundo tendrá otros asideros. Sin embargo, es claro que varias cosas fallaron en los vaticinios de esta elección.
Podríamos empezar por las encuestas. Nuevamente fallaron. Puede ser que las personas deciden ocultar su voto cada elección y experimentan una sensible desconfianza hacia este método estadístico, o se puede esgrimir la razón que sea, pero es claro que no se puede confiar del todo en ellas, mucho menos si hay una contienda competida.
Nuestra prensa, nuestra comentocracia, quedó a deber en esta cobertura. No se pueden cubrir eventos de esa magnitud desde los prejuicios o la convicción de tener la razón, ideas muy bonitas y buenas conciencias. Eso está bien para las opiniones, pero no para reflejar la complejidad de una elección como la de esta semana. Es sabido que las redes sociales distorsionan los hechos y hasta generan estados de ánimo y resultados imaginarios, si a eso le agregamos la animadversión en los medios que, supuestamente, reflejan los hechos tal cual son, pues el resultado es una desinformación mayor. Hablar del “voto latino” con un dejo de romanticismo patriótico puede ser conmovedor, pero es desconocer cómo se han dado esos votos.
Desde la llegada de Trump, se aceleró la llegada de “los loquitos” al poder con discursos cuya clave es el manejo de emociones y la organización de pleitos y tensiones con diversos grupos de la sociedad, al margen de la capacidad para la instrumentación de políticas públicas.
Pero, ¿son “loquitos” ellos e idiotas los que los votan? Quizá una de las lecciones más importantes de esta elección sea la de dejar de descalificar a los votantes por considerar que son de mente rupestre, ignorantes, analfabetas funcionales y cosas por el estilo (Hillary Clinton los llamó “deplorables”). Trump rebasó el número de sufragios que tenía y obtuvo arriba de setenta millones de votos, que es más que significativo, pues le da para mantener dividido a un país como Estados Unidos. Lo que tendrá que enfrentar Biden a partir de enero –si es que los números le dan el triunfo– será un país dividido en el que abundan el miedo y el rencor, la rabia y el afán de venganza.
Mientras tanto, seguimos en vilo con la decisión de los votantes estadounidenses con su, ciertamente, arcaico sistema electoral. Si la derrota de Trump significaría un respiro para el mundo, habrá que contener el aire un poco más. Las complicaciones de esta elección han llegado al punto en que cadenas de televisión (CBS, NBC, ABC) estadounidenses decidieron cortar el mensaje del presidente por considerar que mentía abiertamente. Algo inédito en los medios y en la vida democrática norteamericana. Como vemos, mucho sigue en juego en Estados Unidos. Habrá que aprender de todo lo que pasa.
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